Un significado multiplicado y a veces incluso, inaprensible, es de todas maneras, comunicado. Julia Kristeva, El sujeto en cuestión: el lenguaje poético.
Sobre la poesía y su operación al margen de la realidad mensurable
a Ismael
Según el Corominas, el arte es el conjunto de preceptos para hacer bien algo, hasta 1140. Del latín ARS, ARTIS, f. ‘habilidad’, ‘profesión, arte’. El objeto se despliega, provocando la condensación pura de la creación, percibiendo lo que el objeto es. En tanto el bien como concepto de valor, el valor será un término transitorio, personal y arbitrario.
El arte poético opera como impacto instantáneo, no discursivo. Históricamente, la escritura se relaciona de alguna forma con la posesión del objeto, a través de un ritual ‘mágico’, una acción directa sobre aquello que el signo representa. Si nos remontamos a la época protosumeria, los símbolos primitivos se convierten en letras de un alfabeto, representadas en las tablillas de barro de la Mesopotamia. Los griegos, bajo la influencia neoplatónica y el gnosticismo oriental, crean los technopaegnia o caligramas; los latinos, los carmina figurata. En la época alejandrina se pretendía reproducir con las palabras los efectos de las artes plásticas, reconstruyendo el objeto mediante el lenguaje y en la Edad Media la experimentación era básicamente formal. Después del Renacimiento, con el Manierismo, se revitalizan estos artificios que el Barroco desarrollará en forma laberíntica que, posteriormente, con la llegada de la revolución industrial y burguesa, pasará del realismo al simbolismo, hasta el caligrama moderno. En otras palabras, se busca: pintar con palabras mediante artificiosa selección y hábil combinación de vocablos.
Hasta aquí hemos hablado de la relación directa entre objeto y representación. Retomemos hacer bien. Cuando Harriet Monroe le pidió a Ezra Pound su colaboración para la revista Poetry, el bueno de Pound en una misiva, rechazando cualquier intervención, sostenía que la poesía era un medio vivo, en constante flujo.
Ahora, captar la belleza exige poseerla antes; para potenciar la palabra poética, esa lengua, aristotélicamente, debe tener un carácter extraño y sorprendente. Entonces, el arte es capaz de producir admiración y estupor. Esto equivale a un trabajo de artesanía, la competencia del hacer con arte: el artificio.
Artesano, hasta 1440, del italiano artigiano, derivado según el modelo de cortigiano ‘cortesano’; artesanía hasta 1490. Artista, 1495; artístico 1832. Compuestos. Artefacto, mediados del siglo XVIII, del latín arte factus ‘hecho con arte’. Artífice, hasta 1490, latín artĭfex,-fĭcis, íd. Formado con facĕre ‘hacer’, artificio, 2da.mitad Siglo X, latín artificium íd. artificial hasta 1250; artificioso, 1495; artificiero.
Dante llamó a Daniel Arnaut il miglior fabbro. Su arte era como el de un joyero: limaba y pulía sus poemas hasta la perfección. Pound, quien analiza algunos de ellos verso por verso, sostiene que la artesanía arnautiana camina al lado de los kennings del Beowulf.
Hacía bien.
No perdida la vinculación a la Cábala, los poetas cifrarán sus conocimientos —en sentido anti-cientificista, o mejor dicho, conocimiento no demostrable— en clave, violando los códigos del lenguaje para reconstruirlos luego, en un plano otro. Esta estructura latente, reducida a una sola palabra o en ausencia, fuerza al lector a percibir la oblicuidad y el desplazamiento a lo largo del texto. El significado de las palabras es la historia de las palabras y las asociaciones que de ellas se hagan, sin que la duración de las sílabas o las cualidades de las palabras sean descuidadas. Cargadas de sentido mediante imaginación, sonido e impacto verbal del lenguaje poético, la visión se teje: se escribe sobre lo que se tiene. Y se escribe hasta alcanzar la belleza por encima del pensamiento, sin que el lenguaje se independice de la idea, construyendo una estructura plena de armonía de elementos.
La disposición de las palabras, fieles al objeto o al hecho que procuran registrar, nos indican, fundamentalmente, dos cosas: los objetos merecen respeto, y violentar el lenguaje no es la única manera de escribir poesía.
Los mecanismos de representación, la correlación entre emoción, sonido y ritmo requieren de la sugestión. En tal caso, se realiza un proceso de estimulación en el lector, mediante una palabra o grupo de palabras cuyo acomodamiento abre un nuevo camino. La organización del verso y la interiorización producen tensiones que, a su vez, renuevan los códigos, mediante la comunicación de lo inaprehensible.
Este acto es imprevisible. Ya no son los artificios de repetición de fórmulas de La Ilíada o en La Odisea, sino una nueva dimensión. Porque el lenguaje poético es autotélico, y la palabra poética tiene un valor autónomo. Sin embargo, la imagen poética no está sometida a un impulso. En la experiencia tética y en la armonía estética, se genera la naturaleza única del artefacto, operando al margen de una realidad mensurable. Porque la lírica es fundamentalmente antidiscurso. Aún cuando alcance el principio de equivalencia, el artificio poético ha de ser lo suficientemente sólido para que no se desnaturalice el objeto.
No hablamos de excesos. La coerción y la repetición trabajados finamente no implican el ‘To be wild with nothing to be wild about’, que es lo que viene sucediendo en la actualidad. Decir sin tener nada que decir. Escribir por correspondencia o en conflicto, con una obsesión neurótica por la forma, donde prolifera la falta de evidencia del objeto. No es cuestión de redimir el pathos, porque la poesía tiene que justificarse a sí misma dramáticamente y no ser simplemente pura poesía ajustada a la forma dramática. No sentimentalismo. No decir la belleza, en rigor, hacerla. Recuperar el lirismo, caracterizado por la musicalidad interior, la capacidad del pathos, sin dramatismos rimbombantes. Recuperar el sentido y el pasado de las palabras. No ejercer una copia minimalista del pensamiento mediante ideogramas. No hablar de la experiencia directa sin tener una experiencia trascendente.
La lírica ha de ser un método de composición. Un artificio que incluya el efecto, en suma, los rodamientos y las cadenas, los artificios para los cambios de decoración, las escaleras y los escotillones, las plumas de gallo, el colorete, los lunares y todos los aceites que en el noventa y nueve por ciento de los casos son lo peculiar del histrión literario.
La fina artesanía que busca incansablemente el sentido.
©silvia camerotto, lomas de zamora, 1959
imagen: Arnaut Daniel, códice del siglo XII, Biblioteca Nacional de FranciaEl arte poético opera como impacto instantáneo, no discursivo. Históricamente, la escritura se relaciona de alguna forma con la posesión del objeto, a través de un ritual ‘mágico’, una acción directa sobre aquello que el signo representa. Si nos remontamos a la época protosumeria, los símbolos primitivos se convierten en letras de un alfabeto, representadas en las tablillas de barro de la Mesopotamia. Los griegos, bajo la influencia neoplatónica y el gnosticismo oriental, crean los technopaegnia o caligramas; los latinos, los carmina figurata. En la época alejandrina se pretendía reproducir con las palabras los efectos de las artes plásticas, reconstruyendo el objeto mediante el lenguaje y en la Edad Media la experimentación era básicamente formal. Después del Renacimiento, con el Manierismo, se revitalizan estos artificios que el Barroco desarrollará en forma laberíntica que, posteriormente, con la llegada de la revolución industrial y burguesa, pasará del realismo al simbolismo, hasta el caligrama moderno. En otras palabras, se busca: pintar con palabras mediante artificiosa selección y hábil combinación de vocablos.
Hasta aquí hemos hablado de la relación directa entre objeto y representación. Retomemos hacer bien. Cuando Harriet Monroe le pidió a Ezra Pound su colaboración para la revista Poetry, el bueno de Pound en una misiva, rechazando cualquier intervención, sostenía que la poesía era un medio vivo, en constante flujo.
Ahora, captar la belleza exige poseerla antes; para potenciar la palabra poética, esa lengua, aristotélicamente, debe tener un carácter extraño y sorprendente. Entonces, el arte es capaz de producir admiración y estupor. Esto equivale a un trabajo de artesanía, la competencia del hacer con arte: el artificio.
Artesano, hasta 1440, del italiano artigiano, derivado según el modelo de cortigiano ‘cortesano’; artesanía hasta 1490. Artista, 1495; artístico 1832. Compuestos. Artefacto, mediados del siglo XVIII, del latín arte factus ‘hecho con arte’. Artífice, hasta 1490, latín artĭfex,-fĭcis, íd. Formado con facĕre ‘hacer’, artificio, 2da.mitad Siglo X, latín artificium íd. artificial hasta 1250; artificioso, 1495; artificiero.
Dante llamó a Daniel Arnaut il miglior fabbro. Su arte era como el de un joyero: limaba y pulía sus poemas hasta la perfección. Pound, quien analiza algunos de ellos verso por verso, sostiene que la artesanía arnautiana camina al lado de los kennings del Beowulf.
Hacía bien.
No perdida la vinculación a la Cábala, los poetas cifrarán sus conocimientos —en sentido anti-cientificista, o mejor dicho, conocimiento no demostrable— en clave, violando los códigos del lenguaje para reconstruirlos luego, en un plano otro. Esta estructura latente, reducida a una sola palabra o en ausencia, fuerza al lector a percibir la oblicuidad y el desplazamiento a lo largo del texto. El significado de las palabras es la historia de las palabras y las asociaciones que de ellas se hagan, sin que la duración de las sílabas o las cualidades de las palabras sean descuidadas. Cargadas de sentido mediante imaginación, sonido e impacto verbal del lenguaje poético, la visión se teje: se escribe sobre lo que se tiene. Y se escribe hasta alcanzar la belleza por encima del pensamiento, sin que el lenguaje se independice de la idea, construyendo una estructura plena de armonía de elementos.
La disposición de las palabras, fieles al objeto o al hecho que procuran registrar, nos indican, fundamentalmente, dos cosas: los objetos merecen respeto, y violentar el lenguaje no es la única manera de escribir poesía.
Los mecanismos de representación, la correlación entre emoción, sonido y ritmo requieren de la sugestión. En tal caso, se realiza un proceso de estimulación en el lector, mediante una palabra o grupo de palabras cuyo acomodamiento abre un nuevo camino. La organización del verso y la interiorización producen tensiones que, a su vez, renuevan los códigos, mediante la comunicación de lo inaprehensible.
Este acto es imprevisible. Ya no son los artificios de repetición de fórmulas de La Ilíada o en La Odisea, sino una nueva dimensión. Porque el lenguaje poético es autotélico, y la palabra poética tiene un valor autónomo. Sin embargo, la imagen poética no está sometida a un impulso. En la experiencia tética y en la armonía estética, se genera la naturaleza única del artefacto, operando al margen de una realidad mensurable. Porque la lírica es fundamentalmente antidiscurso. Aún cuando alcance el principio de equivalencia, el artificio poético ha de ser lo suficientemente sólido para que no se desnaturalice el objeto.
No hablamos de excesos. La coerción y la repetición trabajados finamente no implican el ‘To be wild with nothing to be wild about’, que es lo que viene sucediendo en la actualidad. Decir sin tener nada que decir. Escribir por correspondencia o en conflicto, con una obsesión neurótica por la forma, donde prolifera la falta de evidencia del objeto. No es cuestión de redimir el pathos, porque la poesía tiene que justificarse a sí misma dramáticamente y no ser simplemente pura poesía ajustada a la forma dramática. No sentimentalismo. No decir la belleza, en rigor, hacerla. Recuperar el lirismo, caracterizado por la musicalidad interior, la capacidad del pathos, sin dramatismos rimbombantes. Recuperar el sentido y el pasado de las palabras. No ejercer una copia minimalista del pensamiento mediante ideogramas. No hablar de la experiencia directa sin tener una experiencia trascendente.
La lírica ha de ser un método de composición. Un artificio que incluya el efecto, en suma, los rodamientos y las cadenas, los artificios para los cambios de decoración, las escaleras y los escotillones, las plumas de gallo, el colorete, los lunares y todos los aceites que en el noventa y nueve por ciento de los casos son lo peculiar del histrión literario.
La fina artesanía que busca incansablemente el sentido.
©silvia camerotto, lomas de zamora, 1959
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Menéndez y Pelayo, Marcelino, Orígenes de la novela , Madrid, 1905.
Corominas, Joan, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Editorial Gredos, 2000.
T.S.Eliot, Poetry and dramma.
Poe, Edgar Alan, Method of Composition
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