Gustavo Adolfo Bécquer/ Rima VII
Rima VII: Del salón en el ángulo oscuro
Del salón en el ángulo oscuro, ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, ¡Ay! -pensé-. ¡Cuántas veces el genio |
POESÍA Y TRADUCCIÓN
Gustavo Adolfo Bécquer/ Rima VII
Del salón en el ángulo oscuro, ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, ¡Ay! -pensé-. ¡Cuántas veces el genio |
y cada cosa que ocurre es personal;
así pues ¿quién me puso acá esta cobija
que ayer estaba sobre la cama?;
¿a qué me traen esa bolsa del mercado?
¿por qué se me puso a llover?"
Las preguntas se estiran desde sus bigotes,
y ahora la gata delicada como una señorita
y el gato blanco y negro como el tao
se miran uno al otro, espejos enfrentados,
van a la ventana, extienden sus miradas
sobre un techo, se rascan, miran fijo,
los absorbe algo que se mueve en la cornisa,
pasan a otra cosa, porque al fin
"ni yo me importo propiamente como yo".
Y el "me" se diluye, "de modo
que soy el centro del mundo: nadie:
el vacío
o el todo".
Jorge Aulicino, Buenos Aires, 1949
de El hombre del codo en la ventana, Barnacle, Buenos Aires, 2025
De un parpadeo
surge el incendio azul
la dorada levitación
el suave-sol-torre volante
cuya profunda ley es la guitarra,
donde vivo probando para siempre
la ventana que surca los cielos
el oro-té que ve lo que veré
y la almohada en su rama
del árbol de la vida.
De un parpadeo desaparece.
Otro mundo
lo negro
que sospecho el fondo de nadie
el revés
la esfera que también es el cubo
me rodea.
Parpadeo.
Pero la trampa sigue,
Parpadeo cada vez con más fe.
Hasta que aprendo que lo negro dura.
Entonces
mis ojos
quebrando sus goznes
se vuelven hacia mí
tantean con tiniebla mi tiniebla
me palpan sin memoria
me aferran fijos
me destrozan ajenos
aúllan
buscan en mis restos
comen
luz.
Amelia Biagioni, Gálvez, 1916- Buenos Aires, 2000
'De un parpadeo' en Amelia Biagioni, Poesía Completa, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2009
En la pieza de un pequeño hotel a la entrada del otoño
alguien intenta la poesía a través de un sistema de frases e
inversiones.
Escribe:
no dejes a la noche a merced del poema
no dejes al poema a merced de su noche
Escribe:
ven a cantar en mi muerte
ven a morir en mi canto
En la pieza de un pequeño hotel a la entrada del otoño
alguien intenta el poema que le devuelva sus silencios.
De Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades, Javier Galarza (Buenos Aires, febrero 1968, julio 2022) / Gastón Pérsico (Buenos Aires, 1972), publicado en la primavera del 2001, ciudad de Buenos Aires.
Una letanía para sobrevivir
Para aquellos de nosotros que vivimos al borde
parados sobre los límites constantes de una decisión
crucial y única
para aquellos de nosotros que no podemos permitirnos
los sueños pasajeros de elegir
que amamos en los zaguanes yendo y viniendo
en las horas entre los amaneceres
mirando adentro y afuera
de repente antes y después
buscando un ahora que pueda alimentar
futuros
como el pan en la boca de nuestros niños
para que sus sueños no reflejen
la muerte de los nuestros;
Para aquellos de nosotros
que fuimos marcados por el miedo
como una leve línea en el medio de nuestras frentes
aprendiendo a tener miedo con la leche de nuestras madres
porque con esta arma
esta ilusión de encontrar alguna seguridad
que los de pasos pesados quisieron silenciarnos
Para todos nosotros
este instante y este triunfo
No estábamos destinados a sobrevivir.
Y cuando sale el sol tenemos miedo
de que no dure
y cuando cae el sol tenemos miedo
de que no vuelva a salir en la mañana
cuando nuestros estómagos están llenos tenemos miedo
a la indigestión
cuando nuestros estómagos están vacíos tenemos miedo
de no volver a comer otra vez
cuando somos amados tenemos miedo
de que el amor desaparezca
y cuando estamos solos tenemos miedo
de que el amor no regrese nunca
y cuando hablamos tenemos miedo
de que nuestras palabras no sean escuchadas
ni bienvenidas
pero cuando callamos
también tenemos miedo
Entonces es mejor hablar
recordando
que nunca estuvimos destinados a sobrevivir.
Audre Lorde, Harlem, 1934- Saint Croix, 1992
De The Collected Poems of Audre Lorde, W.W. Norton, 1977
Versión ©Silvia Camerotto
A Litany for Survival
For those of us who live at the shoreline
standing upon the constant edges of decision
crucial and alone
for those of us who cannot indulge
the passing dreams of choice
who love in doorways coming and going
in the hours between dawns
looking inward and outward
at once before and after
seeking a now that can breed
futures
like bread in our children’s mouths
so their dreams will not reflect
the death of ours;
For those of us
who were imprinted with fear
like a faint line in the center of our foreheads
learning to be afraid with our mother’s milk
for by this weapon
this illusion of some safety to be found
the heavy-footed hoped to silence us
For all of us
this instant and this triumph
We were never meant to survive.
And when the sun rises we are afraid
it might not remain
when the sun sets we are afraid
it might not rise in the morning
when our stomachs are full we are afraid
of indigestion
when our stomachs are empty we are afraid
we may never eat again
when we are loved we are afraid
love will vanish
when we are alone we are afraid
love will never return
and when we speak we are afraid
our words will not be heard
nor welcomed
but when we are silent
we are still afraid
So it is better to speak
remembering
we were never meant to survive.
Avisos personales[1]
Las reflexiones inquietantes otra vez: ¿qué son las sobras?
Ellos, quizás, tengan nombres para todo eso, quienes exhiben
Signos gastados de privilegio cuya autoridad
Habla de la acumulación de edad y colores gastados
Al centro de hoy. Corazón que boya, ¿por qué
Deambular sin sentido? Los altos guardianes
De ayer se empinan como sombras de acantilados,
Cualquiera sea el sendero que tomes abunda en sus sentidos.
Ahora todo conduce hacia abajo, a la vista del puerto.
Por eso tus rodillas necesitan fortalecerse, corriendo.
Tenemos espacios para entrenar y algo especial en equipos:
Rodilleras, varas de equilibrista y el resto. Funciona en el
Sentido de envejecer: aparece siempre algo más adelante,
Y no tan alejado como para perder noción de multitud
De discípulos. Eso era tiranía,
Furia, hybris[2]. Mientras tanto, esta carpa es el silencio
Mismo. Sus paredes son opacas, para que no se vea
El camino; una placentera melodía oída a medias sube al techo -
No paz, sino descanso es lo que ordenó el doctor. Mañana…
Y se elevan canciones de las llamas de los campamentos vecinos,
Pálidas cosas color pastel, exquisitas en su fragilidad
Con una o dos notas para indicar que no se perdió,
Al menos en ellas. Las canciones decoran nuestra noción del mundo
Y marcan sus límites, como un friso de burbujas de jabón.
¿Qué nos llevó a preocuparnos?
Al principio sólo había juncos, un espejo de agua
Surcado por el viento. De a poco
Los árboles ampliaron la novedad de estar siempre solos,
El resto comenzó a esbozarse y, después, silencio...,
O vacío, por una cantidad de años. ¿Puede uno volver
A la idea de naturaleza resumida en estas imágenes bucólicas?
Pero el presente cumplió con su tarea de construir
Una muralla contra el pasado, no una muralla,
Un cerco de alambre de púas. Por eso, ahora sabemos
De qué ocuparnos (tallar hueso, hilar cuentos fantásticos)
Por el modo en que la canción profundiza el color de la sombra
E impregna tu hobby mientras te encorvas sobre él
Con ojos bizcos. Podría hacer una lista
De cada una de mis posesiones y la dirección hacia donde
Apunta, cuánto cuesta cada una, cuánto se pagó por madera, hilo, tinta coloreada, etc.
La canción no menciona direcciones.
A lo sumo retuerce las líneas de longitud como
Ramas en lo alto para formar un refugio rudimentario. (El barco
No llegó, sólo era un sueño. Está en algún lugar cerca
Del cabo de Hornos, a pesar de todos los esfuerzos de Boreas[3] por inflar
Esas velas caídas). La idea de gran distancia
Está permitida, aún implícita en el lento goteo
De un laúd. ¿Cómo salir?
Este gigante jamás nos dejará irnos si no lo cegamos.
Y así es como un día llegué a casa.
No se sorprendan de que los viejos muros
Cuelguen cual trapos, que el arco iris se cristalice
En una permanente caída de la tarde, que suscita sombras
Excesivamente largas e indiscreciones desde el fondo
Del alma. Cosas tan simples,
Y las convertimos en algo tan complejo que nos vence,
Casi. ¿Por qué no puede todo ser simple otra vez?
Como las primeras palabras de la primer canción, tal cual se le ocurrieron
A quien, cautivado, las escribió y luego las cantó:
“Sólo el peligro desvía
La flecha del centro del disco de caqui[4],
Su destino final. ¿Y deberías afrontar
El peligro? ¿Cuando toma la forma de tribunas despojadas,
Apenas ocupadas por una audiencia, que ya
Fue testigo de los eventos que anotas
Con agudeza, en tu bitácora? Reconocido de manera adecuada,
Se disipará como los pañuelos azul y rosa pálido
Que desaparecieron hace siglos en la cúpula azul
Que nos rodea, pero que, sostienen algunos, siguen aquí”.
John Ashbery, Rochester, 1927- Hudson, 2017
De Houseboat Days,1977
Versión de Iván Ivanissevich
Business Personals
The disquieting muses again: what are “leftovers”?
Perhaps they have names for it all, who come bearing
Worn signs of privilege whose authority
Speaks out of the accumulation of age and faded colors
To the center of today. Floating heart, why
Wander on senselessly? The tall guardians
Of yesterday are steep as cliff shadows;
Whatever path you take abounds in their sense.
All presently lead downward, to the harbor view.
Therefore do your knees need to be made strong by running.
We have places for the training and a special on equipment:
Knee-pads, balancing poles and the rest. It works
In the sense of aging: you come out always a little ahead
And not so far as to lose a sense of the crowd
Of disciples. That were tyranny,
Outrage, hubris. Meanwhile this tent is silence
Itself. Its walls are opaque, so as not to see
The road; a pleasant, half-heard melody climbs to its ceiling-
Not peace, but rest the doctor ordered. Tomorrow…
And songs climb out of the flames of the near campfires,
Pale, pastel things exquisite in their frailness
With a note or two to indicate it isn´t lost,
On them at least. The songs decorate our notion of the world
And mark its limits, like a frieze of soap-bubbles.
What caused us to start caring?
In the beginning was only sedge, a field of water
Wrinkled by the wind. Slowly
The trees increased the novelty of always being alone,
The rest began to be sketched in, and then… silence,
Or blankness, for a number of years. Could one return
To the idea of nature summed up in these pastoral images?
Yet the present has done its work of building
A rampart against the past, not a rampart,
A barbed-wired fence. So now we know
What occupations to stick to (scrimshaw, spinning tall tales)
By the way the songs deepen the color of the shadow
Impregnating your hobby as you bend over it,
Squinting. I could make a list
Of each one of my possessions and the direction it
Pointed in, how much each thing cost, how much for wood, string, colored ink, etc.
The song makes no mention of directions.
At most it twists the longitude lines overhead
Like twigs to form a crude shelter. (The ship
Hasn´t arrived, it was only a dream. It´s somewhere near
Cape Horn, despite all the efforts of Boreas to puff out
Those drooping sails.) The idea of great distance
Is permitted, even implicit in the slow dripping
Of a lute. How to get out?
This giant will never let us out unless we blind him.
And that´s how, one day, I got home.
Don´t be shocked that the old walls
Hang in rags now, that the rainbow has hardened
Into a permanent late afternoon that elicits too-long
Shadows and indiscretions from the bottom
Of the soul. Such simple things,
And we make of them something so complex it defeats us,
Almost. Why can’t everything be simple again,
Like the first words of the first song as they occurred
To one who, rapt, wrote them down and later sang them:
“Only danger deflects
The arrow from the center of the persimmon disc,
Its final resting place. And should you be addressing yourself
To danger? When it takes the form of bleachers
Sparsely occupied by an audience which has
Already witnessed the events of which you write
Tellingly, in your log? Properly acknowledged
It will dissipate like the pale pink and blue handkerchiefs
That vanished centuries ago into the blue dome
That surrounds us, but which are, some maintain, still here.”
[2] Hybris en el original, denota en griego clásico un exceso que amenaza al hombre, especialmente al que es virtuoso, cuando deja de actuar guiado por el ‘justo medio’ (vs. “Ética a Nicómaco” de Aristóteles).
[3] Dios griego del viento norte cuya representación iconográfica incluía siempre alas y ocasionalmente un caracol marino en la mano para soplar (vs. https://imgur.com/5uQHF4e ).
[4] Fruto tropical de Extremo Oriente, de color naranja, que al ser partido en dos revela un diseño central similar al de un blanco.