Primera parte
[…]
…………
Evocar, entonces, la sustancia
que al encapsularse servirá
para congelar nociones de dicha,
y en ese acto un nuevo límite de caza:
coto donde no se come, bebe o fuma,
donde es posible confundir la demora
del alma con la sensación absoluta
de la llegada de una escuadra de helicópteros
sobre nuestra cabeza
para bloquear el pasado del tiempo,
el pasado del espacio, los traslados
y la cotidianeidad multipresente: imperio
de la edad, burocracia de la voluntad.
Segunda parte
[…]
…………
No hay mástil en el error,
sólo una cúpula que flota aislada
del núcleo del aire y quien la mira
sólo podría ir descubriéndola de a poco,
para llegar a la conclusión de que
desde ningún ángulo
se la podrá llegar a ver completo.
Y aunque se hubiese construido
un laberinto en el jardín,
y ese día cualquier palabra pronunciada
hubiese sonado como quien golpea
el capot de un Falcon con una llave francesa,
en ese momento el demonio más abyecto
y lábil estaría en condiciones de explorar
cómodamente su triunfo.
Es un perro: fue encontrado,
ahora vive en una casa, ladra y duerme
sobre una manta escocesa.
Tercera parte
[…]
La distribución de la soledad
mediante el orden de las palabras
instrumenta una narración
de la estructura interna del paisaje: falso.
Quizás en su sustancia, su enlace químico,
y su respectivo número atómico
que el padre de la combinatoria
expusiese cual error factorial después
de declarar: es incluso menos incorpóreo+
que el miembro fantasma del amor
en el que la perspectiva
siempre es lejana. Un objeto de humo
y sal rodeado de insectos de plástico,
ojales, dientitos, casas pintadas,
asteroides y trompetas que dan origen
a los números irracionales para recordar
“que los demonios
no han sido creados por demonios.”
Considerando que
“dormirán allí las bestias fieras
y sus casas se llenarán de hurones:
allí habitarán hijas del búho, y allí
saltarán peludos. Y en sus palacios
gritarán gatos cervales, y chacales
en sus casas de deleite…”
Darío Rojo, Castex, 1964
De La sexta armonía, Ediciones del Dock, Pez Naúfrago, Buenos Aires, 2018