martes, enero 31, 2017

jorge luis borges. isidoro acevedo














Isidoro Acevedo

Es verdad que lo ignoro todo sobre él
-salvo los nombres de lugar y las fechas:
fraudes de la palabra-
pero con temerosa piedad he rescatado su último día,
no el que los otros vieron, el suyo,
y quiero distraerme de mi destino para escribirlo.

Adicto al diálogo ladino del truco,
alsinista y nacido del buen lado del Arroyo del Medio,
comisario de frutos del país en el mercado antiguo del Once,
comisario de la tercera,
se batió cuando Buenos Aires lo quiso
en Cepeda, en Pavón y en la playa de los Corrales.

Pero mi voz no debe asumir sus batallas,
porque él se las llevó en un sueño final.
Porque lo mismo que otros hombres escriben versos
hizo mi abuelo un sueño.

Cuando una congestión pulmonar lo estaba arrasando
y la inventiva fiebre le falseó la cara del día,
congregó los archivos de la memoria
para fraguar su sueño.

Esto aconteció en una casa de la calle Serrano,
en el verano ardido del novecientos cinco.

Soñó con dos ejércitos
que entraban en la sombra de una batalla;
enumeró los comandos, las banderas, las unidades.
"Ahora están parlamentando los jefes", dijo en voz que le oyeron
y quiso incorporarse para verlos.

Hizo leva de pampa:
vio terreno quebrado para que pudiera aferrarse la infantería
y llanura resuelta para que el tirón de la caballería fuera invencible.

Hizo una leva última,
congregó los miles de rostros que el hombre sabe, sin saber,
   después de los años:
caras de barba que se estarán desvaneciendo en daguerrotipos,
caras que vivieron junto a la suya en el Puente Alsina y Cepeda.

Entró a saco en sus días
para esa visionaria patriada que necesitaba su fe, no que una flaqueza le impuso;
juntó un ejército de sombras ecuestres
para que lo mataran.

Así, en el dormitorio que miraba al jardín,
murió en un sueño por la patria.

En metáfora de viaje me dijeron su muerte; no la creí.
Yo era chico, yo no sabía entonces de muerte, yo era inmortal;
yo lo busqué por muchos días por los cuartos sin luz.


Jorge Luis Borges, Buenos Aires, 1899- Ginebra, 1986
de Cuaderno San Martín, 1929
en Obras completas I, Emecé, Buenos Aires, 2007

jueves, enero 26, 2017

jonio gonzález. el encuentro de los náufragos




el encuentro de los náufragos

el encuentro de los náufragos
suele ser silencioso
explican su participación en la tragedia
con frases intercambiables

pasado el tiempo pretenden olvidar
o no pueden olvidar
o no se permiten olvidar
viven sedientos del agua
que les llega al cuello.

Jonio González, Buenos Aires, 1954
de El puente, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2002
imagen Drowning Art de Ivan Puig

miércoles, enero 25, 2017

alejandro schmidt. selección

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Oyendo el corazón de las vacas

no
yo no me fui
soy de los que se quedaron acá
oyendo el corazón de las vacas
rompiendo los vidrios del espacio
para que pase la noche
y se desangre.

de Esquina del universo, 2001


24 de marzo de 1976

Yo estaba en una pensión en Tablada al 40
yo dormía
yo me levanté a las 4 de la mañana
y encendí la radio
yo escuché comunicado número tanto
y una música maravillosa
me quedé quieto
atento al orden de los comunicados
a esa voz de la patria.
A las 6 se fueron levantando los compañeros
yo me asomé al balcón
un colimba me miró desde la esquina
se veían tanques en el puente
yo miré para otro lado
al Mercado, a los camiones
yo no tuve miedo
yo no hice nada
ni entonces, ni después
yo no era nadie
yo vivía colado ahí
los muchachos trabajaban en el Mercado
yo leía a Gurdjeff
yo vendía la guía de Córdoba
en la Cañada
yo andaba pelado y descalzo
yo tenía un suegro militar
yo tenía 21 años
yo tenía un bolso y un cepillo
yo tenía todo el fracaso que llegó
yo tenía que ir hacia la nada
y allí fui.

de Oscuras ramas, 2003

Alejandro Schmidt, Villa María, 1955

martes, enero 24, 2017

darío rojo. elaboración del triunfo

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Elaboración del triunfo

Con el fin de las edades empezó la selva
y en marcas de agua la conspiración quedó.

La conspiración que atacaba toda manifestación
evidente de actividades compulsivas
en pos de la compulsión misma y en procura de nada.

Soy un Naxi y con gloria construí el olvido,
reino en magníficas llanuras playas de azul arena
y en verdad os digo:

lo que necesito es un árcade; pero díganme:
¿ha llegado el cartero
con fama y fortuna? ¿has terminado de ubicar 
los veladores en el resto del planeta?

Acaso no sabéis que el destino de los mestizos
es morir descalzos en algún lugar.

Para qué ser un playboy y vivir jugando
pachinko y majong
si cuando el oso polar sale de su madriguera
olfatea el aire buscando señales de peligro.

Acaso esperarías ochenta y ocho años por Saladino
al que no le gusta el llanto de las madres
así como a Marc Bolan no le gustan las mujeres que fuman.

Sean tales la inmensísimas arcadas
que de sendas rutas el bósforo rozan o multiplicadas
motonetas que en Roma no la hallas. Cisterna
de Constatinopla
fundiciones en el Paraguay y un calendario etíope:

cápsulas de un mundo flotante
que ni siquiera
forman un número en el disco del teléfono.

No hay victoria en climas o estaciones:

-Con sus guantes celestes la taxista de Hanzou
mueve el dial
en procura de un sonido de mayor calidad.

-La malvada dueña de Tankou pasa sus días
dentro de un barril y la bella de Tunxi se pasea 
con una bolsa de agua caliente en las manos.

-En perfecto inglés el viejo de 6 dedos
fuma su habano en una pipa.

-Junto al estanque de los 4 sapos el monje 
de traje color canela fuma un pucho
mientras las pequeñas damas juegan al bádminton.

Y detrás de todo esto
escucha las únicas palabras: oiga diga 

oiga diga.

Y así por eso tal vez así quizás.

Si fuese un tiburón estaría congelado
en un bloque de hielo
y mis ojos espasmódicos simularían
un batiente corazón, de generoso
ventrículo e hiperactivos leucocitos,

pero cómo decir esto a quien solo anhela
la felicidad
como una experiencia del temor.

No hay nada más cruel que esto
ni mirada que no se compasiva:
mientras te cuidabas
de la amenaza solar esto era lo que pensaba:

si fuera un ciervo el que se posara
sobre esta playa, qué sombra formarían
sus afelpados cuernos,
qué sería de la inclinación turística
del cocotero, cómo recordaría

el impacto inicial de la totalidad
de la luz, con quién hablaría y de qué. 

Armaduras que no pesan y palabras
sobre papel transparente: peces en movimiento,
otro tiburón.

Cuesta entenderlo: el triunfo
como el entorno del ombú: una estepa
descolorida y demasiado luminosa,
algunos arbustos espinosos arqueados drásticamente,

o un sedán pintado con patos y conejos.

Y así por eso así tal vez así quizás.

En el tiempo más preciso
atravesaron un arco completo
de peces.

Aislado él tropieza consigo mismo,
ella cierra uno de sus ojos
con fuerza absoluta y soberana.

Después de los peces, más peces:
uno de cada especie
en los distintos niveles del acuario.

No estés triste, debes ser
como el sol al mediodía: mudo.

Y así y. Basta

-No que no tronabas pistolita.


Darío Rojo, Castex, La Pampa, 1964
de Una civilización, 2001





viernes, enero 20, 2017

oliverio girondo. lo que esperamos

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Lo que esperamos
Tardará, tardará.
Ya sé que todavía
los émbolos,
la usura,
el sudor,
las bobinas
seguirán produciendo,
al por mayor,
en serie,
iniquidad,
ayuno,
rencor,
desesperanza;
para que las lombrices con huecos portasenos,
las vacas de embajada,
los viejos paquidermos de esfínteres crinudos,
se sacien de adulterios,
de hastío,
de diamantes,
de caviar,
de remedios.
Ya sé que todavía pasarán muchos años
para que estos crustáceos
del asfalto
y la mugre
se limpien la cabeza,
se alejen de la envidia,
no idolatren la saña,
no adoren la impostura,
y abandonen su costra
de opresión,
de ceguera,
de mezquindad.
de bosta.
Pero, quizás, un día,
antes de que la tierra se canse de atraernos
y brindarnos su seno,
el cerebro les sirva para sentirse humanos,
ser hombres,
ser mujeres,
-no cajas de caudales,
ni perchas desoladas-,
someter a las ruedas,
impedir que nos maten,
comprobar que la vida se arranca y despedaza
los chalecos de fuerza de todos los sistemas;
y descubrir, de nuevo, que todas las riquezas
se encuentran en nosotros y no bajo la tierra.
Y entonces…
¡Ah!, ese día
abriremos los brazos
sin temer que el instinto nos muerda los garrones,
ni recelar de todo,
hasta de nuestra sombra;
y seremos capaces de acercarnos al pasto,
a la noche,
a los ríos,
sin rubor,
mansamente,
con las pupilas claras,
con las manos tranquilas;
y usaremos palabras sustanciosas,
auténticas;
no como esos vocablos erizados de inquina
que babean las hienas al instarnos al odio,
ni aquellos que se asfixian
en estrofas de almíbar
y fustigada clara de huevo corrompido;
sino palabras simples,
de arroyo,
de raíces,
que en vez de separarnos
nos acerquen un poco;
o mejor todavía
guardaremos silencio
para tomar el pulso a todo lo que existe
y vivir el milagro de cuanto nos rodea,
mientras alguien nos diga,
con una voz de roble,
lo que desde hace siglos
esperamos en vano.

Oliverio Girondo, Buenos Aires, 1891- 1967
imagen de Karin Schranz


miércoles, enero 04, 2017

t. s. eliot. little gidding (2)

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Litttle Gidding (2)

III

Hay tres condiciones que a menudo se parecen
aunque son totalmente diferentes, crecen en el mismo seto:
apego a uno mismo y a las cosas y a las personas, desapego
de uno mismo y de las cosas y de las personas; y creciendo entre ellos, la indiferencia
que se parece a los otros como la muerte se parece a la vida,
estar entre dos vidas –sin florecer, entre
la ortiga viva y la muerta. Este es el uso de la memoria:
para la liberación –no menos amor sino expansión
del amor más allá del deseo, y así liberación
del futuro y también del pasado. Así, el amor a un país
comienza como el apego a nuestro propio campo de acción
y descubre que esa acción de poco importancia
aunque jamás indistinta. La historia puede ser servidumbre,
la historia puede ser libertad. Mira, ahora se desvanecen,
los rostros y los lugares, con el ser que, como pudo, los amó,
para renovarse, transformarse en otra cosa.
El pecado es Necesario, pero
todo estará bien, y
la forma de las cosas estará bien.
Si pienso, otra vez, en este lugar,
y en la gente, no del todo encomiable,
sin parentesco cercano o bondad,
pero de un genio peculiar,
todos tocados por un genio común,
unidos en el conflicto que los dividió:
si pienso en un rey al anochecer,
en tres hombres y aun más, en el cadalso
y en unos pocos que murieron olvidados
en otros sitios, aquí en el extranjero,
y en uno que murió ciego y tranquilo,
¿Por qué deberíamos honrar
a estos muertos más que a los moribundos?
No es llamar al pasado
ni es un conjuro
para llamar al espectro de la Rosa.
No podemos resucitar viejas facciones
no podemos restaurar viejas políticas
o seguir un antiguo tambor.
Estos hombres y aquellos que se les opusieron
aceptan la constitución del silencio
y forman un solo grupo.
Todo lo que heredamos de los afortunados
lo tomamos de los derrotados
de lo que tenían para dejarnos –un símbolo:
un símbolo perfeccionado en la muerte.
Y todo estará bien y
la forma de las cosas estará bien
por la purificación de la causa
en el campo de nuestra súplica.

T. S. Eliot, St. Louis, 1888- Kensington, 1965
De The Four Quartets,  Faber and Faber, Londres, 1944
Versión © Silvia Camerotto


III


There are three conditions which often look alike
Yet differ completely, flourish in the same hedgerow:
Attachment to self and to things and to persons, detachment
From self and from things and from persons; and, growing between them, indifference
Which resembles the others as death resembles life,
Being between two lives - unflowering, between
The live and the dead nettle. This is the use of memory:
For liberation - not less of love but expanding
Of love beyond desire, and so liberation
From the future as well as the past. Thus, love of a country
Begins as an attachment to our own field of action
And comes to find that action of little importance
Though never indifferent. History may be servitude,
History may be freedom. See, now they vanish,
The faces and places, with the self which, as it could, loved them,
To become renewed, transfigured, in another pattern.
Sin is Behovely, but
All shall be well, and
All manner of thing shall be well.
If I think, again, of this place,
And of people, not wholly commendable,
Of not immediate kin or kindness,
But of some peculiar genius,
All touched by a common genius,
United in the strife which divided them;
If I think of a king at nightfall,
Of three men, and more, on the scaffold
And a few who died forgotten
In other places, here and abroad,
And of one who died blind and quiet,
Why should we celebrate
These dead men more than the dying?
It is not to ring the bell backward
Nor is it an incantation
To summon the spectre of a Rose.
We cannot revive old factions
We cannot restore old policies
Or follow an antique drum.
These men, and those who opposed them
And those whom they opposed
Accept the constitution of silence
And are folded in a single party.
Whatever we inherit from the fortunate
We have taken from the defeated
What they had to leave us - a symbol:
A symbol perfected in death.
And all shall be well and
All manner of thing shall be well
By the purification of the motive
In the ground of our beseeching.

domingo, enero 01, 2017

ulrike draesner. traducciones radicales, dos sonetos de Shakespeare





















(traducciones radicales, dos sonetos de Shakespeare)

las horas que con gasas suaves enmarcan tu mirada,
en la cual con tanto agrado un ojo extranjero nada,
las darán los transplantadores, como algo de ellos, a ti,
y será sobreiluminado lo que superaba lo más luminoso:
el tiempo que hace tictac en átomos lleva el verano
a un invierno más radiante, y allí lo de justifica:
jugo, petrificado en el refrigerador, membranas carnosas, marchitas,
belleza encostrada por la helada, desnudez, en cada lugar:
si no se encontrara entonces el destilado del verano en el cajón,
más líquido más prisionero entre paredes y gas,
la bolsa amniótica de la belleza se desvanecería por belleza
ni ella, ni el recuerdo quedaría, de esto, como era.
            pero algo de flor, extraído, empujado dentro del invierno,
            derrama como código celular, jugo lechoso, el futuro contra el vidrio.

Ulrike Draesner, Munich, 1962
Versión de Emma Julieta Barreiro
en Periódico de Poesía
imagen de Joy Garnett

(radikalübersetzungen, zwei sonette von Shakespeare)

die stunden, die mit weichem mull den rahmen spannten
deines blicks, in dem so gern ein fremdes auge schwimmt,
werden die transplanteure geben, als sich, an dich,
und ausgeleuchtet wird, was das leuchtendste übertraf:
die in atomen tickende zeit überführt den sommer
in strahlenderen winter, und zergründet ihn dort:
saft, im kühlschrank erstarrt, fleischige membranen, welk,
schönheit überkrustet von frost, nacktheit, an jedem ort:
stünde dann nicht das destillat des sommers im fach,
flüssiger gefangener zwischen wänden und gas,
wäre die fruchtblase der schönheit durch schönheit zerstoben
weder sie, noch erinnerung bliebe, daran, was war.
aber blumenartiges, extrahiert, in den winter geschoben,
schwappt als zellcode, milchiger saft, die zukunft ans glas.