viernes, septiembre 30, 2016
ko un/ choi jeong-rye/ kim chun-su. 19459 km
***
La nieve que cae en la aldea de Chagall
En la aldea de Chagall nieva en marzo.
En las sienes del varón que de pie espera la primavera
laten trémulas
sus venas recién brotadas.
La nieve, que se ha puesto miles de alas,
cae del cielo y cubre
los tejados y las chimeneas de la aldea de Chagall
acariciando las venas recién brotadas
en las trémulas sienes del hombre.
Cuando nieva en marzo en la aldea de Chagall,
los frutos invernales pequeños como caca de ratón
se tiñen de nuevo de color oliva
y por la noche las amas de casa
alimentan en el fogón
el fuego más hermoso del año.
Kim Chun-su (v. 1922-2004)
***
Esa flor
Al bajar
vi
esa flor
que no vi
al subir,
2001
Ko Un (v.1933-)
***
El bosque
¿Conduce también a otros árboles
el camino que lleva a un árbol?
¿Arriba a todos los árboles hermosos
finalmente?
La belleza de un árbol
se asemeja a la belleza de otro árbol.
Temblor verde
sin principio ni fin,
¿de quién eres sombra
,momentáneamente?
Choi Jeong-rye (m. 1955)
De 19.459 km., Antonlogía de poesía coreana contemporánea, Selección y traducción Sun-me Yoon, BajoLaLuna Poesía, Buenos Aires, 2016
imagen de Marc Chagall
jueves, septiembre 29, 2016
miguel ángel petrecca. selección de 'la voluntad'
Cotorras
En el momento decisivo de su vida
lo decisivo fue un segundo de duda.
Amigos y enemigos, exégetas naturales
de su biografía estaban de acuerdo en eso,
y acotaban: qué paradoja que un hombre de acción...
El mismo, si hubiera roto el silencio obstinado
que mantenía respecto a este asunto decisivo
no podría sino haber estado de acuerdo,
pero habría agregado, también, detalles decisivos
para arrojar luz sobre su extraña conducta.
Su silencio, sin embargo, era más que entendible,
porque quién le hubiera creído en caso de haber dicho:
justo entonces una bandada de cotorras
pasó sobre mi cabeza haciendo barullo
y me distraje. La verdad suele ser ridícula
pero raras veces llega a estos extremos.
Tampoco habría sido más creíble su relato
si aparte hubiera agregado información
sobre el timbre de las cotorras y el grosor de la bandada,
o incluso sobre la peregrina cadena de ideas
que ligó en un sólo instante el grito de los pajarracos
con el recuerdo de una humillación juvenil.
***
Las cosas
Las cosas que hacen furor, las que pasan sin pena ni gloria
en algún lado se reúnen, discuten sobre su pasado.
Árboles y personas, zapatillas con el dibujo de la suela
todo gastado igual que una cara en un sueño
en algún lado se reúnen, hablan sobre su pasado.
Esa taza, y la chica que da el informe del tiempo,
y el repasador colgado que filtra el paisaje,
y el portero, que tuvo un pasado antes de ser portero,
quieren reunirse en alguna parte a hablar sobre su pasado.
El hijo quiere crecer sólo para llegar hasta ahí,
para hablar de su padre con su padre, para mirar
desde una terraza el barrio, y después bajar corriendo las escaleras
y alejarse para siempre en el primer taxi que encuentre.
Miguel Ángel Petrecca,Buenos Aires, 1979
de La voluntad, BajoLaLuna Poesía, Buenos Aires, 2013
imagen de Stephen Riley, Stalybridge, 2012, en Stephen Riley Artwork
miércoles, septiembre 28, 2016
paul eluard. la ausencia
La
ausencia
Te hablo a través de
las ciudades
Te hablo a través de
los llanos
Mi boca está sobre tu
almohada
Ambas caras de los
muros se enfrentan
Y mi voz que te
reconoce
Yo te hablo de
eternidad
¡Oh! Las ciudades y los
recuerdos
Ciudades envueltas por
deseos
Ciudades precoces y
tardías
Ciudades fuertes
ciudades íntimas
Despojada de albañiles
De pensadores y
fantasmas
Campiña, regla de
esmeralda
Vívida viviente
sobreviviente
El trigo del cielo
sobre nuestra tierra
Alimenta mi voz sueño y
lloro
Río y lloro entre
llamaradas
Entre racimos del sol
Y sobre mi cuerpo tu
cuerpo extiende
El manto de un espejo
cristalino.
Paul Éluard, Saint
Denis, 1895-
De Paul Eluard, Poemas de amor, Selección y prólogo Javier Cófreces, Ediciones
en Danza, Buenos Aires, 2016
Por este poema versión de
Javier Cófreces
L'absence
Je
te parle à travers les villes
Je
te parle à travers les plaines
Ma
bouche est sur ton oreiller
Les
deux faces des murs font face
A
ma voix qui te reconnaît
Je
te parle d'éternité
O
villes souvenirs de villes
Villes
drapées dans nos désirs
Villes
précoces et tardives
Villes
fortes villes intimes
Dépouillées
de tous leurs maçons
De
leurs penseurs de leurs fantômes
Campagne
règle d'émeraude
Vive
vivante survivante
Le
blé du ciel sur notre terre
Nourrit
ma voix je rêve et pleure
Je
ris et rêve entre les flammes
Entre
les grappes du soleil
Et
sur mon corps ton corps étend
La
nappe de son miroir clair.
martes, septiembre 27, 2016
mark strand. tu sombra
Tu sombra
Tienes
tu sombra.
Los
lugares a los que fuiste te la han devuelto.
Los
pasillos y jardines vacíos del orfanato te la han devuelto.
El puesto de los canillitas te la ha devuelto.
Las calles de Nueva York te la
han devuelto y también algunas calles de Montreal.
Las habitaciones de Belém donde
los lagartos atrapaban mosquitos te la han devuelto.
Las calles oscuras de Manaos y
las calles húmedas de Río te la han devuelto.
La ciudad de México de donde te querías
ir te la ha devuelto.
Y Halifax cuya bahía se lavó las manos de ti te la ha devuelto.
Tienes tu sombra.
Mientras viajabas la secuela
blanca de tu partida hizo que tu sombra descendiera pero cuando llegaste ella
te recibió. Tenías tu sombra.
Las puertas que atravesaste te quitaron
tu sombra y al regresar, te la devolvieron. Tenías tu sombra.
Incluso si olvidabas tu sombra, volvías
a encontrarla; siempre estuvo contigo.
Una vez en el campo la sombra de
un árbol cubrió tu sombra y fuiste un desconocido.
Una vez en el campo pensaste que
tu sombra había sido ensombrecida por alguien más. Tu sombra calló.
Tus ropas atrajeron tu sombra;
cuando te las quitaste se extendió como la oscuridad de tu pasado.
Y tus palabras que flotan como
hojas en el aire que se pierde, en un lugar que nadie conoce, te devolvieron la
sombra.
Tus amigos te devolvieron tu
sombra.
Tus enemigos te devolvieron tu
sombra. Dijeron que era pesada y que taparía tu tumba.
Al morirte tu sombra durmió en la
puerta del horno y comió cenizas en lugar de pan.
Se regocijó entre las ruinas.
Te observó mientras los demás
dormían.
Brilló como cristal entre las
tumbas.
Se tranquilizó como el aire.
Quería ser nieve en el agua.
Quería ser nada, pero eso era
imposible.
Vino a mi casa.
Se sentó en mis hombros.
Tu sombra es tuya. Se lo dije.
Dije que era tuya.
La he cargado demasiado tiempo.
Te la devuelvo.
Mark Strand, Summerside, Canadá,
1934- Brooklyn, New York, 2014
Versión © Silvia Camerotto
imagen de Kumi Yamashita
imagen de Kumi Yamashita
Your Shadow
You have your shadow.
The places where you were have given it back.
The hallways and bare lawns of the orphanage have given it back.
The Newsboys Home has given it back.
The streets of New York have given it back and so have the streets of
Montreal.
The rooms in Belém where lizards would snap at mosquitos have
given it back.
The dark streets of Manaus and the damp streets of Rio have given it
back.
Mexico City where you wanted to leave it has given it back.
And Halifax where the harbor would wash its hands of you has given
it back.
You have your shadow.
When you traveled the white wake of your going sent your shadow
below, but when you arrived it was there to greet you. You had
your shadow.
The doorways you entered lifted your shadow from you and when you
went out, gave it back. You had your shadow.
Even when you forgot your shadow, you found it again; it had been
with you.
Once in the country the shade of a tree covered your shadow and you
were not known.
Once in the country you thought your shadow had been cast by somebody
else. Your shadow said nothing.
Your clothes carried your shadow inside; when you took them off, it
spread like the dark of your past.
And your words that float like leaves in an air that is lost, in a place
no one knows, gave you back your shadow.
Your friends gave you back your shadow.
Your enemies gave you back your shadow. They said it was heavy and
would cover your grave.
When you died your shadow slept at the mouth of the furnace and ate
ashes for bread.
It rejoiced among ruins.
It watched while others slept.
It shone like crystal among the tombs.
It composed itself like air.
It wanted to be like snow on water.
It wanted to be nothing, but that was not possible.
It came to my house.
It sat on my shoulders.
Your shadow is yours. I told it so. I said it was yours.
I have carried it with me too long. I give it back.
The places where you were have given it back.
The hallways and bare lawns of the orphanage have given it back.
The Newsboys Home has given it back.
The streets of New York have given it back and so have the streets of
Montreal.
The rooms in Belém where lizards would snap at mosquitos have
given it back.
The dark streets of Manaus and the damp streets of Rio have given it
back.
Mexico City where you wanted to leave it has given it back.
And Halifax where the harbor would wash its hands of you has given
it back.
You have your shadow.
When you traveled the white wake of your going sent your shadow
below, but when you arrived it was there to greet you. You had
your shadow.
The doorways you entered lifted your shadow from you and when you
went out, gave it back. You had your shadow.
Even when you forgot your shadow, you found it again; it had been
with you.
Once in the country the shade of a tree covered your shadow and you
were not known.
Once in the country you thought your shadow had been cast by somebody
else. Your shadow said nothing.
Your clothes carried your shadow inside; when you took them off, it
spread like the dark of your past.
And your words that float like leaves in an air that is lost, in a place
no one knows, gave you back your shadow.
Your friends gave you back your shadow.
Your enemies gave you back your shadow. They said it was heavy and
would cover your grave.
When you died your shadow slept at the mouth of the furnace and ate
ashes for bread.
It rejoiced among ruins.
It watched while others slept.
It shone like crystal among the tombs.
It composed itself like air.
It wanted to be like snow on water.
It wanted to be nothing, but that was not possible.
It came to my house.
It sat on my shoulders.
Your shadow is yours. I told it so. I said it was yours.
I have carried it with me too long. I give it back.
lunes, septiembre 19, 2016
miguel gaya. fernando pessoa se lamenta por sus heterónimos
Fernado Pessoa se lamenta por sus heterónimos
Todos se lo llevaron.
Mis mejores ropas, mis modales, las palabras
del manantial secreto. Esa mañana que no le he ofrecido a nadie
uno de ellos la arrojó al mundo, a las bestias
y los periódicos.
¡Mi secreto de dandy! ¡Mis ridículas poses
ante el espejo!
Mis inexistentes
cartas de amor.
Por donde avanzo, ellos se han adelantado
quemando la hierba, convocando a las gentes
con artificios de circo y de matones.
Llego cuando la estación de trenes está vacía,
los brindis acabaron
y el último camarero me mira a través de la puerta,
descortés y hastiado. Adiós, me señala con la mano,
ya no abrimos hoy.
Cada uno de ellos a cada uno de los cuatro vientos y confines.
Adiós, me dicen también, no te recuerdo.
Entraron a saco en mí, me dejaron
como un espantapájaros. Seco. Viejo.
He vivido la vida que más horror me dio. Me afané
por las calles de Lisboa y no conocí
otras. Cada adoquín fue granito, cada fachada una máscara,
cada máscara,
espejo.
Así he sido, así fui,
y ellos huyeron al galope.
Ahora me siento ante el baúl y voy extrayendo sus rostros.
Me detengo en la engañosa honradez de la frente de uno,
en el gesto sereno de un pedante de provincia,
el ojo estrábico de uno que yo me sé.
Todos existen y yo
desaparezco.
La sombra, al fin, ha sido mi cosecha.
Miguel Gaya, Ayacucho, 1953
de Cabeza de artista, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2016
martes, septiembre 13, 2016
john ashbery. pronto alivio
Pronto alivio
Apenas soportable, vivir
al margen
en nuestra sociedad
tecnológica, siempre tenían que rescatarnos
al borde de la
destrucción, como las heroínas de Orlando
Furioso
antes de que hubiera
tiempo de empezar de nuevo.
Había truenos en los
arbustos, rumor de remolinos,
y Angélica, en la
pintura de Ingres, observando
al colorido aunque
pequeño monstruo cerca de su pie, como si se preguntara
si olvidar todo el
asunto no sería, al final, la única solución.
Y luego siempre llegaba
un momento en el que
Happy Hooligan aparecía
abriéndose paso
en su oxidado auto
verde, solo para asegurarse de que todo estaba bien.
Solo que entonces ya estábamos
en otro capítulo y confundidos
sobre cómo tomar la
última información.
¿Era información?
¿Acaso no estábamos actuando
en beneficio de
alguien, pensamientos en mente
con espacio más que suficiente
para nuestros pequeños problemas (eso parecía),
nuestras preocupaciones
diarias con respecto a la comida y el alquiler y las cuentas a //pagar?
Reducir todo esto a su
mínima expresión,
para liberarnos al fin,
minúsculos en el amplio espectro-
Esa era nuestra
ambición: ser pequeños y transparentes y libres.
Ay, la energía del
verano se disuelve rápido,
un momento y se va. Y
ya no
podemos hacer los
cambios necesarios, por simples que sean.
Quizás nuestra estrella
brilló más cuando hubo agua en ella.
Ahora eso ni siquiera
está en cuestión, solo hay que
aferrarse a la tierra
firme para no ser arrojados,
en un sueño casual, una
visión: un petirrojo vuela hasta
el rincón superior de
la ventana, apartas tu cabello
y no puedes ver bien, o
una herida brillaría
en los dulces rostros
de los otros, algo parecido a:
esto es lo que querías escuchar,
entonces ¿por qué
crees que escucharás
otra cosa? Todos somos habladores
es cierto, pero bajo la charla yace
el movimiento y el no
querer ser movidos, el sentido
impreciso, desprolijo y
simple como el del gastado suelo.
Estos son, pues,
algunos de los riesgos del camino,
pues aunque sabíamos
que el camino era obstáculos y nada más
fue un shock cuando, un
cuarto de siglo después,
la claridad de las
reglas se te hizo manifiesta por primera vez.
Ellos eran los
jugadores, y nosotros, que habíamos luchado en el juego
solo fuimos
espectadores, aunque sujetos a las vicisitudes
y al fin salimos con
ellas del entristecido estadio, cargándolas sobre los hombros.
Noche tras noche el
mensaje regresa, repitiéndose
en el brillo del cielo,
creado antes que nosotros, arrebatado,
y aun así nuestro para
siempre hasta el fin que es verdad pasada,
el ser de nuestras
frases, en el clima que las fomentó,
nuestras, no para
poseerlas como un libro, sino para estar con ellas
o sin ellas, solos y
desesperados.
Pero la fantasía las
hace nuestras, una especie de cerca
levantada al nivel de
ideal estético. Estos fueron momentos, años
íntegros de realidad,
rostros, hechos identificables, besos, actos heroicos,
como un amigable inicio
de una progresión geométrica
no muy tranquilizadora,
como si el sentido pudiera descartarse algún día
cuando quedara chico.
Mejor, dijiste, permanecer sumisos
en las primeras
lecciones, ya que la promesa del conocimiento
es un engaño, y estuve
de acuerdo, añadiendo que
el mañana alteraría el
sentido de lo aprendido,
que el proceso de
aprendizaje se prolonga así, para que según este punto de vista
ninguno de nosotros se
gradúe,
porque el tiempo es una
suspensión y es probable que pensar en no crecer
es la más alta forma de
madurez, ahora y ante todo.
Ya ves, ambos teníamos
razón, aunque la nada
de algún modo se ha
convertido en nada: los avatares
de nuestra vida según
las reglas y vivir
en nuestra casa han
hecho de nosotros-de algún modo- ‘buenos ciudadanos’,
cepillándonos los
dientes y todo eso, y aprendiendo a aceptar
la caridad en los
momentos difíciles como nos ha sido dada,
porque esto es acto,
este no estar seguros, esta descuidada
preparación, diseminando
las semillas defectuosas del surco,
preparándose a olvidar,
y siempre regresando
a la estabilidad del
comienzo, a ese día hace tanto tiempo.
John Ashbery, Rochester,
1927
De The Double Dream of Spring. Copyright © 1966, 1970, John
Ashbery
Versión ©Silvia
Camerotto
Soonest Mended
Barely
tolerated, living on the margin
In
our technological society, we were always having to be
rescued
On
the brink of destruction, like heroines in Orlando Furioso
Before
it was time to start all over again.
There
would be thunder in the bushes, a rustling of coils,
And
Angelica, in the Ingres painting, was considering
The
colorful but small monster near her toe, as though wondering whether
forgetting
The
whole thing might not, in the end, be the only solution.
And
then there always came a time when
Happy
Hooligan in his rusted green automobile
Came
plowing down the course, just to make sure everything was
O.K.,
Only
by that time we were in another chapter and confused
About
how to receive this latest piece of information.
Was it
information? Weren’t we rather acting this out
For
someone else’s benefit, thoughts in a mind
With
room enough and to spare for our little problems (so they began to seem),
Our
daily quandary about food and the rent and bills to be paid?
To
reduce all this to a small variant,
To
step free at last, minuscule on the gigantic plateau—
This
was our ambition: to be small and clear and free.
Alas,
the summer’s energy wanes quickly,
A
moment and it is gone. And no longer
May
we make the necessary arrangements, simple as they are.
Our
star was brighter perhaps when it had water in it.
Now
there is no question even of that, but only
Of
holding on to the hard earth so as not to get thrown off,
With
an occasional dream, a vision: a robin flies across
The
upper corner of the window, you brush your hair away
And
cannot quite see, or a wound will flash
Against
the sweet faces of the others, something like:
This
is what you wanted to hear, so why
Did
you think of listening to something else? We are all talkers
It
is true, but underneath the talk lies
The
moving and not wanting to be moved, the loose
Meaning,
untidy and simple like a threshing floor.
These
then were some hazards of the course,
Yet
though we knew the course was hazards and nothing
else
It
was still a shock when, almost a quarter of a century later,
The
clarity of the rules dawned on you for the first time.
They were
the players, and we who had struggled at the game
Were
merely spectators, though subject to its vicissitudes
And
moving with it out of the tearful stadium, borne on shoulders, at last.
Night
after night this message returns, repeated
In
the flickering bulbs of the sky, raised past us, taken away from
us,
Yet
ours over and over until the end that is past truth,
The
being of our sentences, in the climate that fostered them,
Not
ours to own, like a book, but to be with, and sometimes
To
be without, alone and desperate.
But
the fantasy makes it ours, a kind of fence-sitting
Raised
to the level of an esthetic ideal. These were moments, years,
Solid
with reality, faces, namable events, kisses, heroic acts,
But
like the friendly beginning of a geometrical progression
Not
too reassuring, as though meaning could be cast aside some
day
When
it had been outgrown. Better, you said, to stay cowering
Like
this in the early lessons, since the promise of learning
Is
a delusion, and I agreed, adding that
Tomorrow
would alter the sense of what had already been learned,
That
the learning process is extended in this way, so that from this
standpoint
None
of us ever graduates from college,
For
time is an emulsion, and probably thinking not to grow up
Is
the brightest kind of maturity for us, right now at any rate.
And
you see, both of us were right, though nothing
Has
somehow come to nothing; the avatars
Of
our conforming to the rules and living
Around
the home have made—well, in a sense, “good citizens” of us,
Brushing
the teeth and all that, and learning to accept
The
charity of the hard moments as they are doled out,
For
this is action, this not being sure, this careless
Preparing,
sowing the seeds crooked in the furrow,
Making
ready to forget, and always coming back
To
the mooring of starting out, that day so long ago.
domingo, septiembre 11, 2016
hilda doolittle. the flowering of the rod 2
2
Voy
donde amo y donde soy amada,
hacia
la nieve;
voy
hacia las cosas que amo
sin
pensar en deber o piedad;
voy
a donde pertenezco inexorablemente,
como
la lluvia que corre por largo tiempo
en
el surco, le he dado
o
le habría dado
vida
al grano;
pero
si no crece o madura
con
la lluvia de la belleza,
la
lluvia regresará a la nube;
el
cosechador afila su acero en la piedra;
pero
este no es nuestro campo,
no
hemos sembrado esto;
implacables,
implacables, dejemos
el
espacio de una calavera
a
quienes la fabricaron.
H.D
(Hilda Doolittle), Bethlehem, Pennsylvania, 1886 – Zurich, 1961
selección de The Flowering of the Rod, Trilogy
by H.D., New Directions, 1998
Versión
© Silvia Camerotto
[2]
I go where I
love and where I am loved,
into the snow;
I go to the
things I love
with no thought
of duty or pity;
I go where I
belong, inexorably,
as the rain that
has lain long
in the furrow; I
have given
or would have
given
life to the
grain;
but if it will
not grow or ripen
with the rain of
beauty,
the rain will
return to the cloud;
the harvester
sharpens his steel on the stone;
but this is not
our field,
we have not sown
this;
pitiless,
pitiless, let us leave
The-place-of-a-skull
to those who
have fashioned it.
miércoles, septiembre 07, 2016
theodore roethke- la decisión
La decisión
I
¿Qué
agita al ojo sino lo invisible?
Escapar
de Dios es la carrera más larga.
Un
pájaro me perseguía cuando era joven–
el churrinche es lento
para apagar su canto,
no podía sacarme ese
sonido de la cabeza,
el adormecido sonido de
las hojas en el suave viento.
II
¡Levantarse o caer es
una misma disciplina!
¡Se achica la línea de
mi horizonte!
¿Cuál es el camino?, le
grito a la negra,
cambiante sombra, las
cenizas en mi espalda.
¿Cuál es el camino?,
pregunto y me dispongo
como un hombre enfrentando
a la nieve que se acerca.
Theodore Roethke, Saginaw,
Michigan, 1908-Bainbridge Island, WA, 1963
De The Collected Poems of Theodore Roethke, Doubleday, 1961
Versión ©Silvia
Camerotto
imagen de Dapacou, The Invisible Painting, en Famous Masterpieces
The Decision
I
What shakes the eye but the invisible?
Running from God’s the longest race of all.
A bird kept haunting me when I was young–
The phoebe’s slow retreating from its song,
Not could I put that sound out of my mind,
The sleepy sound of leaves in a light wind.
Running from God’s the longest race of all.
A bird kept haunting me when I was young–
The phoebe’s slow retreating from its song,
Not could I put that sound out of my mind,
The sleepy sound of leaves in a light wind.
II
Rising or falling’s all one discipline!
The line of my horizon’s growing thin!
Which is the way? I cry to the dread black,
The shifting shade, the cinders at my back.
Which is the way? I ask, and turn to go,
As a man turns to face on-coming snow.
The line of my horizon’s growing thin!
Which is the way? I cry to the dread black,
The shifting shade, the cinders at my back.
Which is the way? I ask, and turn to go,
As a man turns to face on-coming snow.
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