La ignorancia de la ley no es excusa
No advirtieron sobre las arañas, y el hambre
recurrente.
Manejamos hasta el
centro para ver a nuestros vecinos. No había nadie en casa.
Nos instalamos en patios creados por la
municipalidad,
recordando otros lugares, distintos.
Pero, ¿lo eran? ¿Acaso no sabíamos esto de antemano?
En viñedos donde el zumbido
de la abeja ahoga la monotonía,
dormimos en busca de
paz, uniéndonos al éxito.
Se acercó a mí.
Todo era como antes,
con excepción del peso
del presente,
que huye del pacto que
hicimos con el cielo.
En realidad
no había motivo de regocijo,
ni tampoco necesidad de cambio.
Estábamos perdidos solo al permanecer de pie,
oyendo el
zumbido de los cables aéreos.
Lloramos por la
meritocracia que, salvajemente vibrante,
puso comida en la mesa y leche en el vaso.
En las zonas pobres, torpes
regresamos al cristal de roca original en que se
había convertido,
todo preocupación
, todo miedo para nosotros.
Bajamos con cuidado
al escalón inferior. Allí puedes llorar y respirar,
lavar tus posesiones en el frío manantial.
Solo debes cuidarte de los osos y de los lobos que la
frecuentan
y de la sombra que llega mientras esperas el amanecer.
John Ashbery, Rochester, New York, 1927
En Where Shall
I Wander, Harper Collins, Nueva York, 2005
Versión ©Silvia Camerotto
imagen de Frans Masereel, en Alternative Fuel Network
Ignorance
of the law is no excuse
We
were warned about spiders, and the ocassional famine.
We
drove downtown to see our neighbors. None of them were home.
We
nestled in yards the municipality has created,
reminisced
about other, different places -
but
were they? Hadn't we known it all before?
In
vineyards where the bee's hymn drowns the monotony,
we
slept for peace, joining in the great run.
He
came up to me.
It
was all as it had been,
except
for the weight of the present,
that
scuttled the pact we made with heaven.
In
truth there was no cause for rejoicing,
nor
need to turn around, either.
We
were lost just by standing,
listening
to the hum of wires overhead.
We
mourned that meritocracy which, wildly vibrant,
had
kept food on the table and milk in the glass.
In
skid-row, slapdash style
we
walked back to the original rock crystal he had become,
all
concern, all fears for us.
We
went down gently
to
the bottom-most step. There you can grieve and breathe,
rinse
your possessions in the chilly spring.
Only
beware the bears and wolves that frequent it
and
the shadow that comes when you expect dawn.