miércoles, diciembre 06, 2006

dialéctica






ella —lubriquemos...

él —qué grande lacan!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y en medio de tanta vaselina y lo de cuarta que nos parece EL tema Río Cuarto...¡magia!

silvia camerotto dijo...

oopps!! la realidad supera la no-ficción de la otra realidad...

Lázaro Vuelto dijo...

CONYUGAL (UN BONUS)

Gabi—mi ex mujer— y yo cohabitamos las ruinas del amor. Compartimos un departamento pequeño mientras cada uno intenta rehacer su vida con citas un tanto... pobres.
—Lubriquemos— propuso Gabi una tarde, libro en mano.
—Lubriquemos— adherí a la consigna dueño de un fervor casi político y la fineza de un barrabrava de Gimnasia y Esgrima de la Plata—
—Me refiero a lubricar como acción, del latin lubricare, volver algo lúbrico o resbaladizo para reducir el rozamiento y evitar el desgaste, aceitar los mecanismos del engranaje de la existencia. Y la convivencia sobre todo. ¿Cómo no entendés eso?
— Ah... comprendo... entendí otra cosa. No pensé en Virgilio precisamente.
—¿Qué entendiste?— preguntó y a esta altura me sentía Pappo discutiendo con Simone de Beauvoir.
—Vamos, ¿por qué a la hora de hablar del deseo se hacen las tontitas?—grite—. Mi vida sexual se fue al demonio...
—Estamos separados. Buscate otra.
—Entonces no calientes.
Harto de sus peroratas busqué el camino intelectual para taparle la boca. Entre mis libros y papeles tomé el seminario XX de Lacan y fingiendo que leía comencé a recitar:
«Creo en Dios, creo en el goce de la mujer. Ese goce que está de más y se asemeja a un hecho místico. Ellas saben que ESO ocurre pero de ESO ellas nada saben, escapa a su verbalización, ocurre a pesar de ellas.». «De eso ellas nada saben, de eso ellas nunca hablan... »—resalté y concluí triunfal.
Me miró durante algunos segundos como un ajedrecista contempla a un chimpancé.
—Sos un pelutudo—concluyó.