jueves, julio 17, 2014

dylan thomas. un proceso en el clima del corazón



Un proceso en el clima del corazón

Un proceso en el clima del corazón
vuelve seco lo húmedo; la bala de oro
pega en la tumba helada.
Un clima en el sector de las venas
convierte la noche en día; la sangre de sus soles
ilumina al gusano viviente.

Un proceso en el ojo advierte
a los huesos de la ceguera; y el útero
trae una muerte mientras se escapa la vida.

Una oscuridad en el clima del ojo
es la mitad de su luz; el mar profundo
rompe en tierra sin límites.
La semilla que de la entraña hace un bosque
corta la mitad de su fruto; y cae la una mitad,
lenta en un viento dormido.

Un clima en la carne y el hueso
es húmedo y seco; los vivos y los muertos
se mueven como fantasmas ante el ojo.

Un proceso en el clima del mundo
convierte fantasma en fantasma; cada niño en su madre
se sienta en su doble sombra.
Un proceso sopla la luna hacia el sol,
baja las cortinas raídas de la piel;
y el corazón entrega a sus muertos.


Dylan Thomas, Swansea, 1914 – New York, 1953
En Collected Poems, 1934-1952, A New Directions Book, New York, 1971
Traducción © Silvia Camerotto
imagen de Peter Benke©, Death's Power Over Life, en Uno de los nuestros


A Process in the Weather of the Heart

A process in the weather of the heart
Turns damp to dry; the golden shot
Storms in the freezing tomb.
A weather in the quarter of the veins
Turns night to day; blood in their suns
Lights up the living worm.

A process in the eye forwarns
The bones of blindness; and the womb
Drives in a death as life leaks out.

A darkness in the weather of the eye
Is half its light; the fathomed sea
Breaks on unangled land.
The seed that makes a forest of the loin
Forks half its fruit; and half drops down,
Slow in a sleeping wind.

A weather in the flesh and bone
Is damp and dry; the quick and dead
Move like two ghosts before the eye.

A process in the weather of the world
Turns ghost to ghost; each mothered child
Sits in their double shade.
A process blows the moon into the sun,
Pulls down the shabby curtains of the skin;
And the heart gives up its dead. 


jueves, julio 03, 2014

allen tate. eneas en washington



Eneas en Washington

Yo mismo vi a Neoptólemo enfurecido
con sangre, los negros átridas a su lado,
Hécuba y las cien hijas, Príamo
acabado, su inmundicia empapando los fuegos sagrados.
En semejante trance me mantuve imperturbable
un verdadero caballero, valiente en armas,
generoso y honesto. Luego huí:
esa era el tiempo en  que la civilización
gobernada por unos pocos cayó en manos de unos muchos, y
se derrumbó al grito de los hombres, al sonido metálico de las armas:
tomé unos víveres, cargué
a mi anciano padre en mis espaldas,
entre la niebla me hice al mar buscando un nuevo mundo
conservando  poco—una mente inmortal
si es que el tiempo lo es, el amor por las cosas pasadas débiles
como la vacilación de un amor que se desvanece.

(A las conquistadas y no aludidas costas
trajimos sobre todo el vigor de la profecía,
nuestra  hambre engendrando conjeturas
y triunfos anticipados).

Vi a la paloma sedienta
en los encendidos campos de Troya, cáñamos madurando
y maíz rojizo, el pasto de invierno engrosándose
todos fértiles bajo el nuevo sol.
Veo cada cosa por separado, las torres que los hombres
planifican y yo también planifiqué hace mucho, mucho tiempo.
Ahora pido poco. La pasión única
sostiene su propósito y consume el deseo
en la sombra circundante de su apetito.
Hubo un tiempo en que los jóvenes ojos eran lentos,
su llama firme más allá del fuego inicial,
permanecí bajo la lluvia, lejos de casa al anochecer
junto al Potomac, la gran cúpula iluminando el agua,
la ciudad que mi sangre construyó  era ahora desconocida para mí
mientras el búho chistaba su nueva fascinación
en consecuencia oscura.

Atascado en el húmedo lodazal,
a cuatro mil leguas de la novena ciudad sepultada
pensé en Troya, para qué la habíamos construido.

Allen Tate, Winchester, Kentucky, 1899- Nashville, Tennessee, 1979
Traducción ©Silvia Camerotto
imagen de Giorgio Ghisi, The Fall of Troy and Escape of Aeneas (1545),  en Harvard Art Museums
Aeneas At Washington

I myself saw furious with blood
Neoptolemus, at his side the black Atridae,
Hecuba and the hundred daughters, Priam
Cut down, his filth drenching the holy fires.
In that extremity I bore me well,
A true gentleman, valorous in arms,
Distinterested and honourable. Then fled
That was a time when civilization
Run by the few fell to the many, and
Crashed to the shout of men, the clang of arms: 
Cold victualing I seized, I hoisted up
The old man my father upon my back,
In the smoke made by sea for a new world
Saving little—a mind imperishable
If time is, a love of past things tenuous
As the hesitation of receding love.

(To the reduction of un-cited littorals
We brought chiefly the vigor of prophecy,
Our hunger breeding calculation
And fixed triumphs)

I saw the thirsty dove
IN the glowing fields of Troy, hemp ripening
And tawny corn, the thickening Blue Grass
All lying rich forever in the green sun.
I see all things apart, the towers that men
Contrive I too contrived long, long ago.
Now I demand little. The singular passion
Abides its object and consumes desire
In the circling shadow of its appetite.
There was a time when the young eyes were slow,
Their flame steady beyond the firstling fire,
I stood in the rain, far from home at nightfall
By the Potomac, the great Dome lit the water,
The city my blood had built I knew no more
While the screech-owl whistled his new delight
Consecutively dark.

Stuck in the wet mire
Four thousand leagues from the ninth buried city
I thought of Troy, what we had built her for.