Cora
tu fragilidad a la que simone martini
hubiese dado el golpe de gracia
tu temor ácido a los hoteles
a los huecos del porvernir
tus presentimientos de abandonada
tu deseo sometiendo los médanos
la soledad
las osamentas
y ese algo que inexperta
no podías controlar ni contradecir
eso que estaba más allá del ensueño
del jerez constelado
más allá de la ingenuidad y del recelo
del filo de los pícaros
de la espuma de los inocentes
eso parecido a la aventura
que se escabullía en la penumbra
de tus grandes zaguanes
aquello que incendiabas para permanecer
los últimos navíos
lo que indagaba la pampa sin decir nada
aquello que te deja con cierta tibieza mexicana en el corazón
sonriendo pálidamente al fuego que nada devolverá
que se quedará con todo
de Nombres, 1963
Sonia
Hasta cuándo te vas a quedar allí, guardada,
intocable, muda, aburrida, sin crecer o morir de una buena vez,
como todo el mundo. Hasta cuándo voy a masticar
ese amor aparecido demasiado al principio: una realidad triste lo apaña
y también toda la memoria; soy un hombre que rechaza el olvido
y todavía te quiere, aunque no puedas saberlo.
Es verdad. Tu imagen,
el patio, los juguetes. Maldita sea tu madre
que de noche te dejaba sola y asustada; maldita sea la mugre
que te protege y te impide desaparecer.
No puedo prescindir del patio. Tu pelo. Soy un sometido
a la mugre de tus rodillas; fiel a pesar mío. Devoto
de esta historia que nadie conoce, salvo nosotros dos.
Querida mía, tengo miedo de sufrir. Mejor dicho: no quiero
que se den cuenta. Primer amor mío: soy
Tarzán, ¿cómo puedo entonces hablar
dignamente del aire de mi corazón; del calor
tembloroso que simplemente aparecía con vos? Primer
amor a los tres o cuatro años de haber nacido. Amor casi
naciendo con la vida, confundido
con su primera respiración, con su alcance.
Amor mío, aunque haya empezado hace tanto tiempo; aunque
haga perder la serenidad, es una linda
porquería que nos acaricia y nos brinda.
de Larga distancia, 1971
La vida por delante
Porque hoy, precisamente,
voy a sentir miedo, teniendo
la seguridad de que mamá nos cuida, como
hace tantos años, y
llora desde la puerta
porque estamos enfermos y vamos a morir.
-Mamá no lloraré nunca
desde la puerta: hace frío
cuando alguien se enferma de cuidado
y puede morir-.
Por qué hoy se me ocurren
estas cosas tan consabidas; por qué
no hablo de la revolución social o del sufrimiento
abnegado de una mujer
de quien su hijo está enfermo; del desarme de la ternura, de
las mareas, de los coches de plaza, de los
cereales, que más no fuera.
-Ah soledad que no puedo
romper. Ah tristeza
aquerenciada,
dueña de tanta memoria-.
Por qué hoy no puedo estar alegre. Descuido
lo que tengo, no he sabido vivir, suelo
mirar la vida del otro lado de una puerta. Tengo
frío y ganas de vomitar, te hago
cosquillas en la palma de la mano
para que sonrías un poco, para que me olvides
un poco, para que sueñes un poco, para que saltes
un poco
dormida,
asombrada, lejos, mirando
desde la puerta.
Por qué hoy me doy cuenta de que nunca he tenido
talento para el amor; por favor
una mano; por lo que más quieran,
si llegan a necesitarme no se olviden de mí. Hoy no puedo
hacer otra cosa que esperar inútilmente
desconsolado, con rabia, con desidia, con miedo,
con vergüenza, con todo lo de siempre: la puerta un poco
entornada, cerca de allí, casi al alcance de la mano.
de Larga distancia, 1971
Franciso 'Paco' Urondo, Santa Fe, 1930- Mendoza, 1976
imagen: Quint Buchhols