martes, noviembre 27, 2012

tiffany atkinson. lluvia




Lluvia—


Empezó como siempre,
igual que tantas dietas. Nos sentamos adentro,
como niños, e hicimos cosas tranquilas. Los cauces

de los ríos explotaron e inundaron los pliegues de medio
país; arrastrando a la gente en botes a pedales,
e impulsándolos a través de las catedrales para salvar gatos. Un muchacho

que limpiaba el desagüe de su abuelo fue sorprendido inmóvil
mientras las aguas llegaban al récord establecido en 1692.
Imagínate. Equipos móviles vistieron sus impermeables más sombríos.

La casa tenía más pisos de lo que imaginábamos. En veinte años
jamás habíamos pasado tanto tiempo en una habitación. Yo no tenía ni idea de
tu miedo morboso a las semillas de naranja, o de que los novelistas franceses

te resultaban agobiantes. En el séptimo día, completamente roncos,
nos dedicamos a dibujar en las paredes y a montar escenas.
En nuestro delirio todas las acciones parecen juegos de roles —

proteicos capítulos contra el lodo, los animales que éramos  —
y la lluvia, una emisión constante en cada longitud de onda,
nos enseñó todo lo que sabemos sobre el tango. Solo

cuando nos quedábamos demasiado escasos de metáforas era lluvia, nada más lluvia.
Pensamos en el niño ahogado, viendo
al agua taparlo y sellarlo, con toda su contemporaneidad prometedora.

¿Era un lunes por la mañana cuando el jardín se volvió
generoso  con babosas, asombrado de sí mismo? Nuestras manos unidas
fueron los últimos sapos en el arca. Caminamos, necesitábamos noticias.


Tiffany Atkinson, Berlin, 1972
De Catula et Al, Bloodaxe Books, Northumberland, 2011
imagen de Andreea Anghel© – Missing, en Uno de los nuestros


Rain—

It started unremarkably,
like many regimes. We sat like children
making quiet things indoors. The rivers

burst their staves and soaked the folds mid-
country; they were schlepping people out in pedalos,
and punting through cathedrals saving cats. One lad

clearing out his granddad’s drain was still caught
when the waters lapped the record set in 1692.
Imagine. News-teams donned their somberer cagoules.

The house had more floors than we knew. In twenty years
we’d never spent so much time in one room. I’d no idea
you had a morbid fear of orange pips, or found French novelists

oppressive. On the seventh day, completely hoarse,
we took to drawing on the walls and staging tableaux.
In delirium all actions feel like role-play –

protein-strands against the ooze, the animals we made –
and rain, a steady broadcast on all wavelengths,
taught us everything we know about the tango. Only

when we grew too thin for metaphors was rain just rain.
We thought about the drowned boy, how he watched
the lid of water seal him in, for all his bright modernity.

Was it a Monday morning when the garden was returned,
tender with slugs, astonished at itself? Our joined hands
were the last toads in the ark.
We walked, we needed news.

domingo, noviembre 25, 2012

darío rojo. ¿dónde se fue la felicidad del mundo?



¿Dónde se fue la felicidad del mundo?

Prácticamente inmóvil, por decirlo,
en una grieta de hielo líquido, cercado
por tifones y vecinos en contiendas
domésticas
diserté sobre el despliegue tecnológico
del amor
y los días jueves en rutas de visibilidad cero.
Ahora, casi por obligación
me he convertido en un viejo
y con hechos deplorables como éste
construí mi felicidad;
yo que un simple empleado he sido
de un espíritu, tan débil como rebelde.

Darío Rojo, Eduardo Castex, La Pampa, 1964
de Una explicación para todo, 1999
imagen de Martin Stranka© – My Duality, en Uno de los nuestros

sábado, noviembre 24, 2012

irene gruss. esto es lo que cae



Esto es lo que cae

Esto es lo que cae: agua helada
en las manos; lo que das lo recibo
con un espasmo.
Fría, más que helada,
es el agua. Cae de a poco.
Esto es lo que doy:
mi necesidad arde
como una rosa en sereno.
Fríos son el rocío
y el espasmo del tallo.
Hoy será más leve la caída de esa gota
hasta que el sol levante.
Esto es lo que das: ansia de arder,
el agua helada.

Irene Gruss, Buenos Aires, 1950
de La dicha, 2004
imagen de Eric Fortune© – Saying Goodnight, en Uno de los nuestros

viernes, noviembre 23, 2012

javier adúriz. elogio de nosotros mismos


Elogio de nosotros mismos

Nosotros, los que mentimos a diario,
los que encaramos el difícil arte
de la locuacidad vacía,
nosotros, los embaucadores
de sordos,
temblones mediocres del infinito
abismo, los artistas consumados
de la transmutación y la astucia,
raza de enanos
irredentos, de perdularios
a domicilio, nosotros,
los sabios, los mezquinos, paralíticos
de la alegría, los entusiastas
del odio, los magníficos,
los elegidos desde siempre
para juzgar y condenarnos.

Deliciosa inteligencia.

Javier Adúriz, Buenos Aires, 1948- 2011
de Solos de conciencia, 1985 
imagen de Fran Recacha© – Sapiens, Siglo XXI, en Uno de los nuestros


jueves, noviembre 22, 2012

maría laura decésare. taza taza


Taza taza

Así decía una vecina
y no estaba equivocada.
Es que la vida de dos
bajo el mismo techo
tiene sus riesgos.
Uno desea amarrarse a alguien
ser el aire que respira
hasta que un día cualquiera
ese aire se convierte en gas
letal que adormece los sentidos
las emociones y llueven
palabras de desamor,
bostezos, enojos y el té se enfría
sin saber qué pasó con el juego
que iniciamos
de común acuerdo.

María Laura Decésare, Rufino, s/d
de Vida de Gatos, Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2012

miércoles, noviembre 21, 2012

federico garcía lorca. cuerpo presente


III
Cuerpo presente


La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas,
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llénarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!


Federico García Lorca, Fuente Vaqueros, Granada, 1898- entre Viznar y Alfacar, 1936
de Llanto por Ignacio Sánchez Mejías en Obras completas I- Poesía, Galaxia Gutenberg, Barcelona
imagen de Antonio Clave, Llanto por Ignacio Sánchez Mejías

lunes, noviembre 19, 2012

evaristo carriego. la costurerita que dio aquel mal paso


La costurerita que dio aquel mal paso

La costurerita que dio aquel mal paso...
-y lo peor de todo, sin necesidad-
con el sinvergüenza que no la hizo caso
después... -según dicen en la vecindad-

se fue hace dos días. Ya no era posible
fingir por más tiempo. Daba compasión
verla aguantar esa maldad insufrible
de las compañeras, ¡tan sin corazón!

Aunque a nada llevan las conversaciones,
en el barrio corren mil suposiciones
y hasta en algo grave se llega a creer.

¡Qué cara tenía la costurerita,
qué ojos más extraños, esa tardecita
que dejó la casa para no volver!...

De sobremesa

Anoche, terminada ya la cena
y mientras saboreaba el café amargo,
me puse a meditar un rato largo:
el alma como nunca de serena.

Bien lo sé que la copa no está llena
de todo lo mejor, y, sin embargo,
por pereza quizás, ni un solo cargo
le hago a la suerte, que no ha sido buena...

Pero, como por una virtud rara
no le muestro a la vida mala cara
ni en las horas que son más fastidiosas,

nunca nadie podrá tener derecho
a exigirme una mueca... ¡Tantas cosas
se pueden ocultar bien en el pecho!


Evaristo Carriego, Paraná, 1883- Buenos Aires, 1912
en Poesías Completas de Evaristo Carriego, prólogo de Arturo Capdevilla, W.M. Jackson, Buenos Aires, 1953
imagen s/d en La página 17

domingo, noviembre 18, 2012

pier paolo pasolini. a un hijo no nacido




VII
A un hijo no nacido


En el final de aquel blanco puente nuevo sobre el Tíber,
terminado por los católicos para no desmentir a los fascistas,
entre los frisos, las pilastras, los falsos fragmentos, las postizas ruinas,
un grupo de mujeres esperaba a los clientes al sol.
Entre ellas, estaba Franca, una venida de Viterbo,
niña, y ya madre, que fue la más resuelta:
corrió junto a la ventanilla de mi auto, gritando,
muy segura de que no podía defraudarla:
subió, se acomodó, alegre como un chico,
y me condujo hacia Cassia: tomamos un desvío,
recorrimos una calle abandonada al sol,
entre canteras de yeso y cuchitriles tripolitanos,
y llegamos a su sitio: era un campito
bajo una altura sembrada de musgo y cuevas.
Un viejo caballo marrón, al fondo, sobre la hierba húmeda,
un automóvil vaciado, en medio de los arbustos,
y no lejos, aquí y allá, festivos ecos de disparos:
todo alrededor estaba lleno de parejas, chicos y pobres.
En aquellos días, mi vida, mi trabajo, eran plenos,
ningún desequilibrio, ningún temor me amenazaba:
había ido adelante durante años, primero por física gracia
-mansedumbre, salud y entusiasmo que tuve de nacimiento-,
luego por una luz de pensamiento, aunque todavía incierto
-amor, fuerza y conciencia que he adquirido viviendo-.
Sin embargo, primero y único hijo no nacido, no siento dolor
de que tú no puedas estar jamás aquí, en este mundo.


Pier Paolo Pasolini, Bolonia, 1922-Ostia, 1975
de La religione del mio tempo. Umiliato e offeso. Epigrammi, 1958), Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003
Versión de © Jorge Aulicino (en Otra iglesia es imposible)
imagen de Martin Stranka© – On The Wings I Could Hear You , en Uno de los nuestros


VII
A un figlio non nato


In fondo a quel candido ponte nuovo sul Tevere
finito dai cattolici per non smentire i fascisti,
tra i fregi, i cippi, i falsi frammenti, i finti ruderi,
un gruppo di donne aspettava i clienti al sole.
Tra queste c'era Franca, una venuta da Viterbo,
bambina, e già madre, che fu la più svelta:
corse allo sportello della mia macchina, gridando,
così sicura che non potei disingannarla:
salì, si accomodò, allegra come un ragazzo,
e me condusse verso la Cassia: passamo un bivio,
corremmo per una strada abbandonata al sole
tra cantieri di gesso e casupole tripoline,
e arrivammo al suo posto: era un praticello
sotto un'altura cosparsa di borraccine e grotte.
Un vecchio cavallo marrone, in fondo, sull'erba umida,
un'automobile vuota, in mezzo ai cespugli,
e non lontano, qua e là, festosi echi di spari:
tutt'intorno era pieno di coppie, ragazzi e poveri.
In quei giorni la mia vita, il mio lavoro erano pieni,
nessuno squilibrio, nessuna paura mi minacciava:
ero andato avanti per anni, prima per fisica grazia,
-mitezza, salute e entusiasmo che ho avuto nascendo,
poi per una luce di pensiero, benché incerto ancora,
-amore, forza e coscienza che ho acquistato vivendo.
Eppure, primo e unico figlio non nato, non ho dolore
che tu non possa mai essere qui, in questo mondo.

sábado, noviembre 17, 2012

miguel de unamuno. la oración del ateo



La oración del ateo

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.

Miguel de Unamuno, Bilbao, 1864- Salamanca, 1936
imagen de Martin Stranka© – But I Would, en Uno de los nuestros

jueves, noviembre 15, 2012

rafael oteriño. todos, alguna vez estuvimos en el paraíso



Todos, alguna vez estuvimos en el paraíso

El que observó a medianoche la espuma blanca del cielo,
el que oyó un galope prolongado en la estepa de la mañana,
los que adivinaron la lluvia y se mojaron en ella,
el pescador que aguarda el próximo pez que prenderá esta tarde,
el que recuerda el olor a café detrás de una puerta que no existe,
el que siente en la boca la primera palabra de un verso:
todos, alguna vez, estuvimos en el Paraíso;
las manos lo tocaron y el pecho aspiró su perfume,
el Paraíso cedió por un instante -se detuvo allí-
alzó un vivac en el que cada pieza coincidió con su opuesto:
las sombras con el árbol, el árbol con el camino,
el río de Heráclito con el río a secas.

Rafael Felipe Oteriño, La Plata, 1945
imagen de Chris Anthony©, en Uno de los nuestros

miércoles, noviembre 14, 2012

alejandro schmidt. amar es raro y otros poemas



Amar es raro

Los ojos saltan
el alma regresa

si hay luz, hubo tigres

cuando llegues mostraré
almohadas de profeta
y la espada

¿En el momento de la desesperación
para quién
fuiste una estrella?

Los actos prosperan, el tiempo, no,

no pudiste darme porque
seguí caminando

mensajes y sidra
a quien llora al borde del sendero

escribir es más fácil que respirar

chocan el cuerpo las palabras
sin embargo
desierto
permanece el corazón

un perfume de tinieblas rodea la búsqueda

no te precipites

amar es raro

el otro
una fe.


...Y llegan, incesantes...

Si supieras hasta dónde han llegado las cosas
como si hubieran ido
en brazos del pampero

parecen reposar allí
con nuestros problemas
dando enigmas

¡qué cosa!
hasta dónde, hasta dónde
y nosotros
aquí
sorprendidos
enojados
sin recordar cómo, ni por qué
pasó lo que pasó
culpando a Dios
o al tiempo
su acertijo

...y llegan, incesantes...
sus clarísimas señales

si supieras
si pudiera explicarte...

Alejandro Schmidt, Villa María, 1955
de nace tu lámpara, Cartografías Ediciones, Río Cuarto, 2012
imagen de Peter Kemp©, “Happy Loving Couple”, en Uno de los nuestros


martes, noviembre 13, 2012

carina sedevich. un pedacito de tierra y otros poemas




1

Un pedacito de tierra
sobre el que todo está solo.
Mi hijo esta solo
mientras siega
lo que va quedando de los tientos
de los sueños de aquel que se marcho.
Pobre hijo mío
que solo tiene una madre sola
mil veces sola sobre un montón de tierra.
Pobre hijo mío
a quien no pude darle
algo invencible
algo inalterable
algo mas que pasos que se pierdan.
Las mariposas, las abejas,
que en otras primaveras le mostraba:
(espero, sueño, habérselas mostrado)
.habrán guardado su sonrisa?
Pobre niño sin padre
antes y ahora
segando solo la tierra que no es suya
como segando un cariño oscuro
que se fue cerrando como un puño.


4

Esa mañana escuchaba el quejido
de la puerta del mueble en la cocina.
La puerta donde está el tacho de basura.
Esa mañana hacia frío todavía.
En mi útero había sangre todavía
mientras oía, inmóvil en la cama,
el ruido de la puerta en la cocina.
Pude cerrar los ojos y no ver cómo te ibas
pero no pude dejar de oír aquella puerta.
Algo viniste a decirme, que te perdonara.
Dentro mío la sangre coagulaba
los óvulos, todos, se morían.
Ahora en la cocina, cada mañana,
cuando desgrano una fruta
para mi cuerpo sin nido
me doblo como un gato al que alcanzo
una flecha
para dejar caer mi resto en la basura.
Una cáscara, un corazón, una semilla.
Con ellos va el perdón que puedo darte.


15

Que me sientas como a un miembro amputado
enfermo, si, y parte tuya.
Que cada beso sea una hoja que se cae.
Que cada festín tenga esa música
loca que adivina la amargura.
Que estando lejos
que siendo extraño
te mires las manos
te veas al espejo.
Que camines por la arena vieja
llameante de estar callado.
Que tus fantasmas de niño no me encuentren
y pasen a buscarte.
Que cada día sea una estafa.
Exactamente como cuando estaba
yo
pero sin mí.

Carina Sedevich, Santa Fe, 1972 (resida en Villa María, Córdoba)
de Como segando un cariño oscuro, Ediciones llantodemudo, Córdoba, 2012
imagen de entelepentele© – “microcosmos”, en Uno de los nuestros

domingo, noviembre 11, 2012

marcelo dughetti,. cuelo el café y espero y otros poemas



C

Cuelo el café y espero que su paso llene la casa.
Es mañana de enero simple y luminosa, todo está en paz.
Por la ventana veo pasar la vieja de la que nos reíamos ayer,
está encorvada sobre una trípode, es ciega.
Nos visita la mujercita de tu hermano por la boda que viene,
te muestra fotos de un vestido blanco como todo lo que es
maldito,
como todo lo que requiere una muerte pronta, festejada y
sucia.
Melville, te acordás, hablaba del color blanco
todas las novias deberían casarse de negro,
el matrimonio es un pacto suicida.
Los ojos de la vieja son blancos,
levantó sus anteojos y eran blancos.
Estuvo bien reírnos.
Era un símbolo.
Una rareza.

Y

Ya no hablamos.
Con su pájaro en el hombro,
transfigurada por los faroles de la plaza
camina nuestra hija, salta baldosas
que guardaban un  tesoro de barro y podredumbre.
Le pesa nuestro silencio, por eso se adelanta.
Le pesa llevar en la boca un candado de miedo.
El pájaro en su hombro se ha vuelto viejo
no estudia los movimientos de la familia
se duerme.

Marcelo Dughetti, Villa María, 1970
de Los caballos de Isabel, Ediciones Recovecos, Córdoba, 2009
imagen de Franz Marc, The large blue horses, en Hunstville art blog

lunes, noviembre 05, 2012

juan manuel inchauspe. no puedo sentarme a esperar



4

No puedo sentarme  a esperar
que el minuto del vuelo llegue
el instante del vuelo llegue
como si fuese algo que debe ser esperado.

Tampoco puedo decir que esto
se parezca a un vuelo:
es fría y pobre esta luz
impenetrable como un muro este papel.

Hubo un tiempo en que soñaba cantar
en medio de aguas agitadas y negras
pero una noche mi rostro se desarticuló
y cayó sobre la tierra hecho mil pedazos.



José Manuel Inchauspe, Santa Fe 1940-1985
en Juan Manuel Inchauspe, Poesía completa, Universidad Nacional del Litoral, Sta. Fe, 1994
imagen de Tommy Ingberg© – Get in Line, en Uno de los nuestros

domingo, noviembre 04, 2012

josé lezama lima. llamado del deseoso




Llamado del deseoso

Deseoso es aquel que huye de su madre.
Despedirse es cultivar un rocío para unirlo con la secularidad de la saliva.
La hondura del deseo no va por el secuestro del fruto.
Deseoso es dejar de ver a su madre.
Es la ausencia del sucedido de un día que se prolonga
y es la noche que esa ausencia se va ahondando como un cuchillo.
Es esa ausencia se abre una torre, en esa torre baila un fuego hueco.
y así se ensancha y la ausencia de la madre es un mar en calma.
Pero el huidizo no ve el cuchillo que le pregunta,
es la madre, de los postigos asegurados, de quien se huye.
Lo descendido en vieja sangre suena vacío.
La sangre es fría cuando desciende y cuando se esparce circulizada.
la madre es fría y está cumplida.
Si es por la muerte, su peso es doble y ya no nos suelta.
No es por las puertas donde se asoma nuestro abandono.
Es por un claro donde la madre sigue marchando, pero ya no nos sigue.
Es por un claro, allí se ciega y bien nos deja.
Ay del que no marcha esa marcha donde la madre ya no le sigue, ay.
No es desconocerse, el conocerse sigue furioso como en sus días,
pero el seguirlo sería quemarse dos en un árbol,
y ella apetece mirar el árbol como una piedra,
como una piedra con la inscripción de ancianos juegos.
Nuestro deseo no es alcanzar o incorporar un fruto ácido.
El deseoso es el huidizo.
Y de los cabezazos con nuestras madres cae el planeta centro de mesa
y ¿de dónde huimos, si no es de nuestras madres de quien huimos
que nunca quieren recomenzar el mismo naipe, la misma
                  noche de igual ijada descomunal?

José Lezama Lima, La Habana, 1910- 1976
De Aventuras sigilosas, 1945
Imagen de Zorik Istomin© , en Uno de los nuestros

jueves, noviembre 01, 2012

mirta rosenberg. la vida ha cambiado y otros poemas



***
La vida ha cambiado, se decía, untándose
los labios con la lengua, relamiendo, aaámm,
como si de un bocado se tratara, o de un perfume. 
Éste es mi gusto,  y sin embargo, el pelo
se me atiesa y cae como... ¿un sudario?
No, una señal de giro. A la hora pico
nadie se ha apoyado contra mí... o sí en mi contra:
rueda la edad, canta la alondra y el leve maquillaje
en las mejillas ha cobrado una espesura
de mitad de la vida que adelante. No fresca,
pero dura con el pelo así: en consonancia.
¿Será el recelo de la mala figura, o la blusa candorosa,
olanes y satines, de una vejez pasada? Vieja no,
gastada y brillosa en los codos y en los puños,
sobre las uñas manicuradas. Cuidar las manos
con amor, con garra, con impudor, coqueto:
lo que relumbra es brillo. ¿Aprieto el gatillo?
Laca descolorida para esa cómoda nueva que, envejecida,
empieza a tornarse incómoda. El cajón superior
de la derecha, por ejemplo, ha perdido
el tirador. ¿Y si gatillo? Allí guardo soutiens,
sostenes, corpiños, todo en desuso. Lo que hice,
ya lo excuso: tuve niños, reía y buscaba
los parecidos. Confuso: en parte, todo mentira,
en parte aliño, letal, del pecado original.
¿Cuál es mi parte?

***
No tengo arte. El arte de una amada
es ocultarlo tras el cuerpo. Este poder,
decía, es un espectro. Porque amo soy,
esclava y gozne de ilusión, insomne
que abrirá, tras el jardín, la cerca.
Atrás nardos, ciclámenes, violetas: se completa
la guirnalda, y aquella falda drapeada,
cuando era bella. ¿Aquel amado? ¿Recuerdas?
¿Tuvo otra casa, ella? ¿Otro jardín, y cerca?
Tantos abrazos. ¿Gemía acaso "no tengo arte"
cuando observaba, erguida en falso,
lo fatal del lazo? Su parte era ser bella,
misteriosa por demás, urdida sobre sí
como celdilla de un panal desalojado. Las abejas,
en otro lado y tiempo, finito, para espiar
por la mirilla. Esta mujer, decía,
admiraba la traición y le insuflaba en peso.
Ése, digo yo, sería su exceso. Cada movimiento
de su voluntad un átomo duraba, que volvía
con tiento a la materia irreal del tiempo.
Allí cabía verdad, olvido, igual, ausente.


Mirta Rosenberg, Rosario, 1951
de El tiempo, Bajo la luna, Buenos Aires, 1998

imagen de  Jamie Baldridge© -Annunciation, en Uno de los nuestros